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martes, 8 de marzo de 2016

La historia de Valentina

La historia de Valentina empieza desde muy temprana edad. No recuerdo exactamente cuándo y en qué momento me dio la primera señal de que algo no encajaba en su vida.
Mi primer hijo llegó a nuestras vidas tras tres abortos y un largo tratamiento de inseminaciones… todo bien, pero teníamos claro que lucharíamos por un segundo hijo. Nos dimos un periodo de tiempo de un año para intentarlo, ya que nuestras edades no nos dejaban mucha tregua. A los dos meses nos reíamos los dos al ver como la prueba de embarazo daba positivo y a los cinco meses, cuando nos confirmaban que era otro niño,  estábamos felices de tenerlos sanos. Posteriormente nos indicaba una posible causa a los abortos anteriores, de todas las pruebas que nos hicieron en el Materno, solo una, que nos la comunicaron cuando nuestro segundo hijo tenía ya tres meses de vida, mi cuerpo rechazaba los fetos de sexo femenino. Nos alivió al tener dos hijos varones en ese momento.
Crecían muy unidos los dos porque tan solo se llevan 11 meses de edad y se complementaban muy bien; desde muy temprana edad, nuestra, ahora, Valentina,  se decantaba por juguetes, ropas, aires… considerados femeninos. Jesús, el mayor era un príncipe azul y su “hermano” era una princesa, un ada, una ninfa encantada en todos sus juegos
Al empezar el colegio con tres años, Gabriel quería llevar su mochila rosa de princesa, no comprendía porque su hermano la podía elegir y él no podía llevarla a su gusto, es más, consintió llevar una bolsa de plástico antes de llevar una considerada de chico. En ese momento se nos planteó en nuestros corazones una gran preocupación, no podíamos evitar las miradas, los corrillos de los que veían a un niño con cosas típicamente de niña. Por suerte, dimos con una gran profesional como profesora, que supo encauzar muy bien a la clase, y todos respetaban los gustos de Gabriel. Al final de curso, toda la clase debía dibujar un autorretrato,  para elaborar una camiseta que su profesora les iba a regalar con la imagen de cada uno de sus 20 compañeros y compañeras, como era de esperar, Gabriel se pintó como niña.
A la vez que Valentina iba creciendo, nos convencíamos más de que algo no cuadraba; recuerdo que una vez, me preguntó “Mama ¿a qué edad se te cayó la churrina?” Pensaba que a también se le tenía que caer porque no era suya… y nos preguntaba a que edad se pondría sujetador o cuando sería una chica…
Es muy triste que fuésemos al pediatra a pedir ayuda y tan solo nos dijera que ya se le pasaría, que estaba muy enmadrado o que lo dejásemos pasar, como algo pasajero.
Valentina tenía bien claro las diferencias establecidas para ser un niño y una niña, y esperaba con todo su corazón “convertirse” en una chica, a la vez que crecía la realidad le demostraba que no iba a ser así, y, aunque en casa jugaba como una niña con su hermano y sus amigos y era respetada, pasó de ser un chico feliz a ser una personita muy introvertida, triste y enfada.
El pediatra seguía diciendo que eso no podía ser, que Valentina era un niño. Lo mandó a un psicólogo infantil para levantarle la autoestima: no quería entrar en los baños de los chicos en el colegio, no soportaba pantalones un poco ajustados porque le daba mucho rechazo sentir sus partes, se llegaba a darse golpes en la entrepierna, no soportaba la idea de verse pelos en la cara, no veía justo tener que hacer su Primera Comunión con traje de niño. Empezó a bajar el rendimiento escolar… lógicamente tenía la autoestima por los suelos.
Nuestras palabras siempre fueron de calma y de comprensión, no nos quedaba otra.
Un día, por casualidad, me encontré a la catequista de mis hijos y gran amiga, me preguntó que me pasaba porque me veía muy triste y llore lágrimas vivas porque me sentía muy impotente al no saber resolver el día a día de mi hijo. Me habló de una chica que me podía ayudar, que era una gran amiga suya y me iba a comprender. Bendito el día que yo hable con esta amiga. Recuerdo que me contaba el caso de su hijo y fue como ver una claridad a tanta tormenta. ¡Cuánto tengo que agradecer a esta gran mujer, que hoy es la presidenta de Chrysallis CanariasEvanos informó de todo los pasos a seguir y de que, sobre todo, nuestra hija no estaba confundida ni perdida.
Hoy, tan solo hace seis meses desde su tránsito, ya va por su segundo bloqueador, es una niña muy valiente y sobre todo feliz. Al elegir su nombre, nosotros para su mejor aceptación social, le aconsejamos llamarse Gabriela, pero no, ella sentía que seguirían llamándole Gabi y ella no es Gabi.
Valentina, por fin, con 12 años, vive totalmente como la niña que es, con sus amigos y amigas de siempre, abriendo caminos en su centro de salud, en su instituto en su entorno, con su cartilla de la seguridad ya cambiada y recopilando documentación para intentar cambiar su D.N.I. tan importante para ella.

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