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miércoles, 3 de abril de 2013

“La homofobia no es patrimonio de la derecha”

Juan David Santiago es gitano y gay. “Soy Alien, el octavo pasajero”, se presenta con sorna, porque de nueve hermanos, él es el penúltimo. Tiene 34 sobrinos y 14 sobrinos nietos; una madre a la que se atrevió a contar cuando tenía 14 años que a él... “Ya lo sé”, me dijo. “Ya lo sé”. Pero el niño había salido con carácter, como su abuelo canastero. “Yo siempre he estado en la acera correcta, en la de enfrente estarán los otros”, dice, como quien hace un desplante a un toro. Pero no ha sido fácil, a qué negarlo. Las más reticentes fueron sus dos hermanas. “Ellas se lo tomaron peor, pero ahora toda la familia se ha enriquecido”.

Tuvo que salir de dos armarios, el de los gais y el de los gitanos. “Sí, sí, cuando me saqué el carné de conducir con cero fallos le dije al examinador: mira, y eso que soy gitano”, y se ríe. No deja de reírse en toda la comida. “El humor es la mejor medicina, incluso para el Holocausto”. Los gitanos saben de eso, de holocaustos, y también de discriminaciones: “Por eso no está bien que ahora nosotros hagamos lo mismo con los gais”. Pero la homofobia no es ajena a nadie. “Uy, para nada, es solo una prolongación del machismo y todos vivimos en una sociedad heteropatriarcal: hombre, blanco y si puede ser católico, mejor. Los gitanos son aún más patriarcales, la ambigüedad es una amenaza para la sociedad gitana. Si el armario gay de los musulmanes se dice que está bajo siete llaves, el gitano estará más o menos bajo cuatro...”.
Santiago ha soportado chistes de gitanos, chuflas contra los gais, pero discriminación, “que se atrevan”. “Que comenten lo que quieran, ladran luego cabalgamos, ¿no?”. Y son muchos los que ladran. “Sí, la homofobia no es patrimonio de la derecha, qué va, está muy bien repartida, a mí me gusta más dar toques de atención a la izquierda. Algunos creen que nos han regalado graciosamente más derechos de los que merecemos”.

Algunos creen que nos han regalado graciosamente más derechos de los que merecemos"
Desde chico fue un líder entre los suyos. Se empeñó en sacar adelante los estudios y se graduó en Educación Social en la universidad, así que desempeñó diversos puestos representativos, en asociaciones gitanas, de barrio: “Yo rellenaba los papeles a todo el mundo”, vuelve a reír. Hoy está en la ejecutiva de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales y colabora, claro, con el movimiento gitano en asuntos educativos. Es activista nato: pañuelo palestino, chapa de gitanos, lacito arcoíris. “Yo hago lo que me da la gana. Y me llevo bien con mucha gente. Hay un gitano viejo (eso que los payos llamáis patriarcas) y facha, porque este es muy facha, que me reprocha ser gay. Yo siempre le digo: nadie es perfecto, mírate tú mismo. Y nos reímos”.
Su vida laboral la desarrolla en el ámbito jurídico y pronto se va a casar con su novio, que es intérprete jurado. Ambas familias, asegura, han acogido muy bien a la pareja. Incluso su abuela, de 92 años, aunque no le gusta que se airee la condición del nieto. Pero él sale en la prensa, habla en la radio, aparece en la televisión. “Mi padre no dice nada, qué va a decir, que qué bien habla su niño”, ríe de nuevo.
Santiago se atusa frente al espejo. Se coloca el pañuelo antes de que el fotógrafo dispare de nuevo. Y por último, sentencia: “Los gitanos no somos ni todos folclóricos ni todos chabolistas. La diversidad está en cada persona, no solo en el colectivo. Ni Juan ni Juanillo, en medio es donde deben estar las cosas”.

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/03/03/actualidad/1362334933_655726.html