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jueves, 16 de julio de 2015

Carta de un hijo gay a sus padres: “Pasé 20 años viviendo sin vivir”

A los 43 años, Diego Cash decidió asumir su homosexualidad frente a sus padres con una carta que les dejó adentro de una caja de empanadas. Luego, esa declaración se convirtió en el prólogo de su libro, "Vida Vivida", que escribió con la intención de ayudar a quienes pasan por una situación similar. Desde Entremujeres, aplaudimos su valentía y coraje.


Diego Cash nació el 25 de diciembre de 1968 en Buenos Aires y compartió a sus padres con cinco hermanos (tres varones y dos mujeres). “Nací con dos ojos, dos orejas, boca y nariz, par de brazos con sus manos y par de piernas con sus pies, gordito y saludable como cualquier bebé sano”, narra en su libro, Vida Vivida. Practicó equitación, aprendió piano (con cierta predilección por la música clásica) y también probó con el skate. Ya más grande, se interesó por el mundo gastronómico.
A los 11 años, comenzó a explorar, a entender su sexualidad y sintió miedo, vergüenza, dolor. “En ese entonces no pude conciliar mis ideas, tampoco podía imaginar cómo sería crecer proyectando una vida feliz, porque sentía que una vida feliz no era posible para mí”, recuerda Diego.
“Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas: yo había nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto”, cuenta. Incluso pensó armar una vida paralela para ocultar sus sentimientos: “sólo” necesitaba conseguir alguna chica que se hiciera pasar por su novia y quizás, incluso, algún día quiera casarse.
Con el tiempo y la ayuda de un psiquiatra se permitió pensar en su condición homosexual sin teñirla de sentimientos negativos. Fue recién a los 27 años cuando comenzó a transitar este proceso. Siete años después, a su regreso de un viaje a Costa Rica, “volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que no… También”.
Pasaron algunos años más y sintió que era el momento de contárselo a sus padres. Y lo hizo de una manera muy particular: en mayo de 2012 Diego vivía en Azul, provincia de Buenos Aires, y tenía una pizzería y 43 años de edad. Como sus padres viven en el campo, a 30 km. de donde él estaba, todas las semanas les mandaba empanadas. Así que decidió poner dos cartas idénticas, una para cada uno, dentro de la caja de empanadas. Según cuenta a Entremujeres, fue muy bien tomada por ellos. “Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco más, de que me conozcan tal como soy, nada más ni nada menos que el que siempre fui”, finaliza el texto.
Esta carta se convirtió en el prólogo del libro en el que cuenta su historia, Vida Vivida. “Con este relato, quiero ayudar a quienes pasen por lo que yo pasé y concientizar a quienes no saben mucho sobre el tema. Ojalá pueda ser útil”. Diego vive en Costa Rica, es cocinero y trabaja como chef privado. A continuación, la carta completa.

“Queridos Papá y Mamá:
Les escribo esta carta para que sepan que estoy muy bien, agradecido por la vida que tengo, orgulloso de vivirla. Quería hacerles saber a los dos que son lo más importante que tengo y que, a pesar de las veces que estuvimos enojados, siempre prevalece y perdura el amor incondicional de padres a hijo y viceversa.
En esta carta solo pretendo que me conozcan un poco más y, si bien pensé un montón de veces en hablar, nunca supe encontrar el momento ni las palabras para hacerlo en persona. Durante un tiempo dudé si hacerlo o no, si valía la pena. Llegué a la conclusión de que sí y éste me pareció el mejor modo de hacerlo, para evitar interrupciones que en un diálogo habría inevitablemente y para poder dejar bien claro todo. Se trata de aclarar dudas que muchas veces deben haber tenido.
Cuando era muy chico (aproximadamente 11 años) supe cómo iba a ser mi vida y sinceramente, no me gustó. Tuve miedo, vergüenza, dolor y un montón de cosas pero no lindas. No pude en ese entonces conciliar mis ideas y tampoco podía imaginar como sería crecer proyectando una vida feliz porque sentía que una vida feliz no era posible para mí.
Pensé muchas veces en el porqué, le pregunté a Dios por qué me tocaba eso en mi vida y llegué a pensar que era un castigo divino, pero sin saber el motivo de semejante castigo. Así crecí y a medida que esto sucedía veía que cada vez era más intenso: en lugar de desaparecer de mi vida (como todas las noches pedía), se iba incrementando más y más. Busqué a quien contarle, alguien con quien hablar pero no supe encontrarlo. Crecí espantado y temeroso tratando de evitar a toda costa la vida que me tocaba vivir, busqué evadir la realidad y elegí una vida vertiginosa y autodestructiva. Lo que siempre me rescató fue el haber tenido una infancia muy feliz y eso se lo debo a ustedes.
Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas, al punto de no dudar de su validez, yo había nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto. En ese plan, estaba el de armar una vida paralela que tapara la verdadera, y para eso necesitaba conseguir alguna chica que hiciera de novia y que capaz se casara algún día conmigo, entonces estaba todo solucionado. Bueno, no pude elegir a nadie para darle una vida tan miserable, no iba de ninguna manera a usar a nadie de ese modo, lo único que hubiera logrado hubiese sido multiplicar mi infelicidad.
Fui muy afortunado al dar con Roberto (psiquiatra) y él pudo poner en orden mi cabeza y mis ideas, también supo eliminar de mi mente todas esas ideas equivocas respecto a mi vida, la vida que me tocó vivir. Me enseñó que valía, y mucho, que no era ni más ni menos que nadie y que ni en pedo había nacido errado. La homosexualidad no es una enfermedad, ni una patología, solo es una condición, que no se elige (algunos dicen que sí, pero no fue mi caso). Hubo mucho tiempo que, si bien a veces parece como perdido, para mí fue tiempo ganado porque logré fortalecerme muchísimo con todo lo que tuve que superar. Lo más destacable fue dejar de vivir la vida que los demás dicen que es lo que uno tiene que vivir y vivir mi vida tal cual es.
Todo esto recién lo pude asimilar o, mejor dicho, empezar a asimilar a mis 27 años y lo terminé de hacer a los 34, a mi vuelta de Costa Rica. Volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que no… También.
Pasé 20 años viviendo sin vivir, esperando a que la magia se hiciera realidad y mi condición fuera otra, que todo desapareciera porque hay gente que habla sin saber y condena sin pensar y yo estaba dedicándole mi vida entera a eso, ¡20 años! ¡Una locura!
Muchas veces esperé a que me pregunten, pero no fue así y no lo reprocho, simplemente no sucedió. También sentí que respetaron mi silencio pero no tengo forma de saberlo si no lo hablo con ustedes. Quiero que sepan que lo último que desearía es que se enteren por terceros.
Que quizás les haga falta tiempo para poder asimilar todo esto que les cuento de mi vida y que lo voy a saber respetar, pero tampoco quiero que sea visto como algo trágico ni para ustedes ni para mí, simplemente porque no lo es. Como les dije antes, uno puede ser sumamente feliz, y lo mejor, puede ver lo infelices que son quienes intentan decirnos cómo vivir la vida, cómo deberíamos esconder nuestra esencia, disfrazar nuestra realidad, sin tener en cuenta que todas esas cosas van a incidir en la vida de muchas otras (una mujer que no será amada, hijos que tendrán que convivir con esa situación y, sobre todo, el engaño como eje central en la vida de uno). Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco más, de que me conozcan tal como soy, entre otras cosas, nada más ni nada menos que el que siempre fui”.
Diego acercó su historia a Entremujeres, movilizado por la publicación de una carta de un padre a su hijo gay: "Lo supe desde que naciste y siempre te amé".

sábado, 4 de julio de 2015

Bullying homofóbico
No podemos estimar que porcentaje de casos de acoso escolar se deben al hecho de ser homosexual o parecerlo.
Pero lo cierto es que la mayoría de los homosexuales, sobre todo varones nos dicen haber sufrido en mayor o menor medida acoso en su etapa escolar.

Durante 6 años y tengo 17 he sufrido y sigo sufriendo acoso escolar y me afecta, claro que me afecta ya que no solamente me insultan en el instituto, sino también la gente de mi pueblo y yo creo que eso machaca a uno de tal forma que se llega a no tener casi autoestima. Ya hoy en día se me quitan las ganas de salir de casa y si lo hago voy siempre por las calles laterales a la principal, esquivando a la gente.
Lo que yo creo es que ante todo aparte de ser estudiantes, gays, lesbianas, ingenieros y bomberos, creo que todos somos personas y que tenemos sentimientos.

No sé dónde acabará esta sociedad tan fria y tan preocupada solamente por lo que uno tiene o deja de tener. Deseo que me deis alguna palabra de ánimo