QUERIDA ANA:

Voy a comenzar siendo sincero: soy homosexual. Tengo 34 años y hace como 12 dejé de engañarme a mí mismo y me convencí de que así soy. Durante muchos años no les confesé mi condición a mis padres, preferí irme de la casa de ellos y también de la ciudad.

En mi residencia actual, posiblemente porque no se han dado cuenta de mi homosexualidad, porque yo me comporto como hombre completo, nadie me ha molestado ni me han humillado y nadie se ha avergonzado de darme su amistad. Hace ocho años que vivo en mi nueva residencia y tengo amigos y amigas desde entonces, y sinceros y algunas amistades hasta afectuosas. Tengo un buen trabajo y he hecho relaciones ahí con personas serias, importantes, funcionarios, empresarios, etcétera, porque mi profesión y mi trabajo exigen que tenga trato con mucha gente. He socializado con todos de manera respetuosa y también con personas de diversas religiones, niveles sociales y culturales y en todas partes he sido aceptado con sincera amistad.

Aunque tengo que confesar que alguna vez he tenido alguna pequeña relación, no ha sido en donde vivo y sin llegar a nada y con muchas precauciones en todos sentidos. Hasta ahora he logrado que todo pase desapercibido.

Hace algunos meses fui a visitar a mis padres y en un momento de sinceridad y posiblemente para descargo del pesado fardo de mi condición, les dije a ellos acerca de mis inclinaciones sexuales. Les hice ver que nunca los he avergonzado y que soy serio y respetuoso. Pero su reacción fue explosiva y tremenda. Mi mamá me dijo que me voy a ir al infierno y que se avergüenza de mí. Mi padre se quedó callado y al día siguiente me dijo que él y mi mamá habían platicado en la noche sobre la noticia que les di y que deseaban que me fuera lo antes posible. Yo no podía creer lo que escuchaba, pero mi mamá ya no quiso ni bajar a verme y tuve que regresarme sin verla. Mi papá me dio un abrazo, pero noté que las lágrimas resbalaban de sus ojos.

Antes de regresar visité a uno de mis hermanos y le conté todo. Lo único que logré fue que me preguntara por qué hice pasar ese “horror” a mis padres, que me hubiera guardado toda la vida que soy homosexual, que él no me apoyaría. Me fui y luego tuve noticias de que habló del asunto con mis otros dos hermanos y mi hermana. Sólo ella me habló y me dijo que estaba triste por mí, pero que es mi hermana y me quiere y que aunque fuera sin enterar a mis padres quería tener siempre noticias mías y que si la necesitaba estaba siempre dispuesta para mí. Me emocioné tanto que lloré con ella. Me sentí confortado pero sigo triste.

Le juro que he ido con psiquiatras, pero no ha sido la solución. Creo que nací para ser homosexual y ni remedio. Se me ha ido el sueño y estoy triste. Le ruego me dé algún consuelo, palabras de aliento. Sé que puede hacerlo, pues leo diariamente su columna y se lo voy a agradecer.

LECTOR ANÓNIMO

QUERIDO LECTOR ANÓNIMO:

Por favor acepte mis condolencias por la pérdida prematura de su familia. A ellos va a ser difícil que los cambie y ellos no van a poder cambiarlo a usted. Pero confío en que algún día todos ellos reconozcan la pérdida que han tenido dándole la espalda y cambien su manera de pensar y actuar, pero usted no puede pasar la vida esperando que eso suceda.

Afortunadamente, en el medio donde ahora vive, usted tiene la oportunidad de crear su propia familia con todos esos buenos amigos que ahora lo rodean, excelentes personas que lo aprecian y respetan. Procure que todo siga igual.

Cuando se sienta triste recuerde la oración que tienen en Alcohólicos Anónimos: “Señor: Concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para distinguir la diferencia”. Reciba un saludo afectuoso de su amiga.