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jueves, 17 de septiembre de 2015

Carta abierta a mis futuros suegros, que no vendrán a nuestra boda

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La noche que reservamos el lugar donde celebraríamos nuestra boda, la madre de mi prometido llamó en estado de pánico porque había olvidado mandar por correo el regalo que habían comprado para mi cumpleaños. Después de unos minutos de charla, llegó el momento de agarrar el toro por los cuernos: ¿vendrían a la boda?
La dolorosa conversación que tuvimos puede resumirse en que no vendrían porque ellos "respetan la Biblia".
Días más tarde llegó la carta de cumpleaños, con una tarjeta de felicitación que decía "Con amor, de Russ & Pat". Cada mota de purpurina que salió del sobre se burlaba de nosotros. Durante diecisiete años habían construido una convincente fachada de aceptación. Por mi parte, hacía ya tiempo que me había comprendido con dolor que cuando decían que rezaban "por nosotros", no lo hacían precisamente para que no tuviéramos un accidente con el coche, ni para que Tim y su hermano hicieran las paces. Nunca lo habían dicho en voz alta, pero la mentalidad de "ama al pecador, odia el pecado" resultaba obvia. Razón por la que el regalo y la tarjeta terminaron en un sobre acompañados de la siguiente carta:
20 de julio de 2015
Queridos Russ & Pat:
Por favor, leed esta carta hasta el final. Os escribo no para atacaros o para menospreciar vuestras creencias. Sin embargo, sí me gustaría plantearos el reto de examinar con detenimiento las acciones que habéis tomado en nombre de esas creencias. Por favor, atended a lo que os digo. Para mí es importante que entendáis lo sucedido. Mi único deseo es poder haceros unas preguntas verdaderamente difíciles y suplicaros que las tengáis en cuenta antes de ignorar por completo esta carta.
Lo primero, muchas gracias por la tarjeta de cumpleaños y la carta de felicitación; la intención era buena, pero ojalá nos hubiera parecido sincera. Si no por mí, al menos por vuestro hijo, Tim. Sé bien que le queréis (y que, de hecho, nos queréis a los dos) de la mejor forma que sabéis. También sé que toda una vida de adoctrinamiento hace difícil la reconciliación con otras verdades contradictorias y mucho más difícil aún admitir que las creencias de uno son, al menos en parte, erradas.
Pero resulta descorazonador que ni siquiera hagáis el intento de comprender que el amor que sentís por vuestra propia sangre debería prevalecer sobre unos textos religiosos escritos hace miles de años en una época en la que la esclavitud era el statu quo, las mujeres eran un objeto y comer cerdo o marisco estaba castigado con la muerte o el destierro. Nadie puede considerar al pie de la letra cada uno de los postulados bíblicos como si fueran leyes. Podéis protestar si queréis, pero todos conocemos, aunque sólo sea en parte, la verdad de este hecho.
Russ, probablemente nunca rehuirías de tu mujer durante cierto periodo del mes por considerarla impura hasta el punto de ni siquiera compartir con ella los mismos utensilios de la casa. Pat, seguramente no estarías de acuerdo en que Russ tuviera otras mujeres como concubinas o en que tuvieras que casarte con su hermano en caso de fallecimiento de tu marido. Y estoy bastante seguro de que Carolyn no sería repudiada, ni desterrada ni condenada a muerte por divorciarse de su marido y casarse con otro. Así que, ¿por qué aceptáis como leyes y verdades irrefutables las seis referencias fugaces a los homosexuales en el Antiguo y el Nuevo Testamento? ¿Por qué no os planteáis al menos la posibilidad de que la forma en que las Escrituras en relación a este asunto en concreto --como en tantos otros temas ya superados como la esclavitud, el machismo, la repulsa del mestizaje-- pudiera estar equivocada y contaminada por prejuicios arcaicos, disfrazados de la falacia insidiosa de "ama al pecador pero odia al pecado"? Ser gay no es una opción. No es una clase de adicción o enfermedad que pueda ser curada. Es una característica innata e inmutable. Rezar con la esperanza de que la orientación sexual de una persona cambie tiene el mismo éxito que rezar para que un tomate se convierta en un ladrillo.
Creedme. Yo mismo he desperdiciado varios años de mi juventud intentando cambiar porque las personas que yo amaba y respetaba esperaban que así lo hiciera. No quería tener que enfrentarme a lo que por aquel entonces me parecía una eternidad de ostracismo y odio y soledad. Lo intenté una y otra vez. No lo conseguí. Y me llevó mucho tiempo darme cuenta de que ese miserable destino no era la consecuencia de ser gay, sino que era precisamente lo que me esperaba si continuaba odiándome por ser quien soy. Por fin, conseguí entender que ser gay es un rasgo innato, como lo son la altura o el color del pelo. Después de todo, si no fuera algo natural, ¿no creéis que después de siglos de denodados esfuerzos por su erradicación de la especie humana, habría muestras de al menos un modesto éxito? Pero aquí seguimos.
Los gais como vuestro hijo y yo mismo no podríamos volvernos heterosexuales por voluntad propia, igual que vosotros no podríais cambiar de color de ojos. Y al igual que tener un color de ojos que nadie más comparte, ser gay es también uno de los infinitos rasgos naturales y sanos del ser humano. Nacimos gais y algún día, en un futuro lejano, moriremos gais. Al igual que vosotros moriréis con el mismo color de ojos con el que nacisteis. Son hechos biológicos y neuropsicológicos. Por tanto, cuando "odiáis el pecado" en este caso, de hecho también estáis odiando al "pecador".
La única opción que tenemos al respecto es cómo elegimos reaccionar ante una manifestación perfectamente natural de la vida humana. Al principio, mi madre no podía aceptarlo. Como vosotros, había sido educada en la creencia de que los homosexuales, como vuestro hijo y yo, son unos monstruos depravados y lascivos. Cuando no me quedó más remedio que salir del armario, a mi madre se le planteó el dilema de, o bien creer en lo que otros le habían contado o confiar en lo que le contaban sus propios ojos, su corazón, su mente y su alma. Por fortuna, tras dos años enfrentándose con dificultad a sus propios sentimientos con una sinceridad brutal, consiguió aceptarme incondicionalmente. Por eso a vosotros os otorgaba el beneficio de la duda. La experiencia me ha enseñado que cuando las personas rechazan el miedo y se abren al amor, el cambio es siempre a mejor.
Vuestro cariñoso comportamiento y vuestras muestras de amor hacia nosotros durante las últimas dos décadas me habían hecho mantener la esperanza de que nos reconocíais como una pareja comprometida, merecedores del mismo respeto y dignidad de otras parejas casadas, como el hermano de Tim y su esposa. Nuestro matrimonio no se ha demorado por falta de ganas. De haber podido casarnos cuando queríamos, ahora estaríamos celebrando nuestro 15.º aniversario de boda y no planificando esta ceremonia cuando hace ya diecisiete años que nos conocimos y enamoramos.
Así que lo admito, cuando Tim os llamó para preguntar si asistiríais a nuestra boda y le respondisteis que ni siquiera consideraríais estar presentes porque "es que no resultaría cómodo"... para mí fue (y lo sigue siendo) una respuesta tan decepcionante como triste. Sólo mirad a vuestro hijo. Tan sólo hay que mirarlo de verdad. Es una persona cariñosa, comprensiva, generosa de espíritu, sincera, creativa, ingeniosa, servicial y prodigiosa en tantísimos aspectos. Y es inconcebible que no os dignéis a celebrar esta ocasión con él y a quererle sin reservas como yo lo hago. En vez de eso, os centráis en un faceta suya y lo condenáis porque otros os han dicho que es un rasgo detestable y anormal. Puede que no lo demuestre, pero está profundamente apenado, porque durante los últimos veinte años le habéis hecho sentir que le estabais aceptando progresivamente y ahora todo parece una montaña de mentiras. Y esta es una impresión que no puedo menos que compartir.
Espero que este no sea el caso. El optimista eterno dentro de mí confía en que vuestro amor por él sea verdaderamente incondicional. Confío en que sea una simple aunque desafortunada cuestión de que las contradicciones con vuestra fe son tales que no estáis seguros de cómo proceder o qué sentir ante una situación así. Confío también en que, a pesar de ello, terminéis por decantaros por el amor en vez del miedo.
Pero el realista que también vive en mí teme lo contrario. En lo más profundo de mi ser, me inquieta la posibilidad de que hayáis escogido interpretar vuestra fe de la forma que os han inculcado en vez de permitiros amar a vuestro hijo por completo y tal y como es. La única consecuencia este comportamiento es un dolor lacerante para todos los que nos rodean.
Por favor, demostrad al realista dentro de mí que está equivocado. Os estáis perdiendo lo que podría ser una relación maravillosa con vuestro hijo y lo único que estáis consiguiendo son incómodas y breves conversaciones en las que ocultáis vuestra incómoda verdad, en un intento desesperado de mantenerlo en vuestra vida. Vosotros podéis hacerlo mejor, podéis hacer que sea real, que sea sincero, que sea amor sin reservas. Vosotros queréis celebrar el regalo de vuestro hijo tanto como yo, no esconderlo como si fuera algún sucio secreto.
Por otro lado, no queremos destruir el matrimonio ni redefinirlo. Queremos ser parte de su elevada condición. Queremos anunciar ante el mundo nuestros votos de amor y fidelidad mutuos, exclusivos del uno hacia el otro. Puede que os sintáis incómodos con ello, puede que incluso aborrezcáis la idea en sí misma. Pero es un hecho. Ahora que podemos hacerlo legalmente, nos casaremos este otoño. Ojalá hubierais elegido estar ahí para participar del festejo junto a nosotros y a todos aquellos que consideramos nuestros seres queridos.
Pero la oportunidad ya ha pasado. El daño está hecho y me temo que no hay vuelta atrás. Al margen de vuestros motivos, justificaciones o los futuros intentos de reconciliación, el hecho es que habéis dado prioridad a las palabras de un libro antiquísimo y al veneno que escupen los predicadores por encima del amor por vuestro propio hijo.
Por esta razón, me veo obligado a devolveros vuestra carta y vuestro regalo; es que no me siento cómodo conservándolos.
Con mi sincero amor y respeto,
James

jueves, 16 de julio de 2015

Carta de un hijo gay a sus padres: “Pasé 20 años viviendo sin vivir”

A los 43 años, Diego Cash decidió asumir su homosexualidad frente a sus padres con una carta que les dejó adentro de una caja de empanadas. Luego, esa declaración se convirtió en el prólogo de su libro, "Vida Vivida", que escribió con la intención de ayudar a quienes pasan por una situación similar. Desde Entremujeres, aplaudimos su valentía y coraje.


Diego Cash nació el 25 de diciembre de 1968 en Buenos Aires y compartió a sus padres con cinco hermanos (tres varones y dos mujeres). “Nací con dos ojos, dos orejas, boca y nariz, par de brazos con sus manos y par de piernas con sus pies, gordito y saludable como cualquier bebé sano”, narra en su libro, Vida Vivida. Practicó equitación, aprendió piano (con cierta predilección por la música clásica) y también probó con el skate. Ya más grande, se interesó por el mundo gastronómico.
A los 11 años, comenzó a explorar, a entender su sexualidad y sintió miedo, vergüenza, dolor. “En ese entonces no pude conciliar mis ideas, tampoco podía imaginar cómo sería crecer proyectando una vida feliz, porque sentía que una vida feliz no era posible para mí”, recuerda Diego.
“Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas: yo había nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto”, cuenta. Incluso pensó armar una vida paralela para ocultar sus sentimientos: “sólo” necesitaba conseguir alguna chica que se hiciera pasar por su novia y quizás, incluso, algún día quiera casarse.
Con el tiempo y la ayuda de un psiquiatra se permitió pensar en su condición homosexual sin teñirla de sentimientos negativos. Fue recién a los 27 años cuando comenzó a transitar este proceso. Siete años después, a su regreso de un viaje a Costa Rica, “volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que no… También”.
Pasaron algunos años más y sintió que era el momento de contárselo a sus padres. Y lo hizo de una manera muy particular: en mayo de 2012 Diego vivía en Azul, provincia de Buenos Aires, y tenía una pizzería y 43 años de edad. Como sus padres viven en el campo, a 30 km. de donde él estaba, todas las semanas les mandaba empanadas. Así que decidió poner dos cartas idénticas, una para cada uno, dentro de la caja de empanadas. Según cuenta a Entremujeres, fue muy bien tomada por ellos. “Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco más, de que me conozcan tal como soy, nada más ni nada menos que el que siempre fui”, finaliza el texto.
Esta carta se convirtió en el prólogo del libro en el que cuenta su historia, Vida Vivida. “Con este relato, quiero ayudar a quienes pasen por lo que yo pasé y concientizar a quienes no saben mucho sobre el tema. Ojalá pueda ser útil”. Diego vive en Costa Rica, es cocinero y trabaja como chef privado. A continuación, la carta completa.

“Queridos Papá y Mamá:
Les escribo esta carta para que sepan que estoy muy bien, agradecido por la vida que tengo, orgulloso de vivirla. Quería hacerles saber a los dos que son lo más importante que tengo y que, a pesar de las veces que estuvimos enojados, siempre prevalece y perdura el amor incondicional de padres a hijo y viceversa.
En esta carta solo pretendo que me conozcan un poco más y, si bien pensé un montón de veces en hablar, nunca supe encontrar el momento ni las palabras para hacerlo en persona. Durante un tiempo dudé si hacerlo o no, si valía la pena. Llegué a la conclusión de que sí y éste me pareció el mejor modo de hacerlo, para evitar interrupciones que en un diálogo habría inevitablemente y para poder dejar bien claro todo. Se trata de aclarar dudas que muchas veces deben haber tenido.
Cuando era muy chico (aproximadamente 11 años) supe cómo iba a ser mi vida y sinceramente, no me gustó. Tuve miedo, vergüenza, dolor y un montón de cosas pero no lindas. No pude en ese entonces conciliar mis ideas y tampoco podía imaginar como sería crecer proyectando una vida feliz porque sentía que una vida feliz no era posible para mí.
Pensé muchas veces en el porqué, le pregunté a Dios por qué me tocaba eso en mi vida y llegué a pensar que era un castigo divino, pero sin saber el motivo de semejante castigo. Así crecí y a medida que esto sucedía veía que cada vez era más intenso: en lugar de desaparecer de mi vida (como todas las noches pedía), se iba incrementando más y más. Busqué a quien contarle, alguien con quien hablar pero no supe encontrarlo. Crecí espantado y temeroso tratando de evitar a toda costa la vida que me tocaba vivir, busqué evadir la realidad y elegí una vida vertiginosa y autodestructiva. Lo que siempre me rescató fue el haber tenido una infancia muy feliz y eso se lo debo a ustedes.
Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas, al punto de no dudar de su validez, yo había nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto. En ese plan, estaba el de armar una vida paralela que tapara la verdadera, y para eso necesitaba conseguir alguna chica que hiciera de novia y que capaz se casara algún día conmigo, entonces estaba todo solucionado. Bueno, no pude elegir a nadie para darle una vida tan miserable, no iba de ninguna manera a usar a nadie de ese modo, lo único que hubiera logrado hubiese sido multiplicar mi infelicidad.
Fui muy afortunado al dar con Roberto (psiquiatra) y él pudo poner en orden mi cabeza y mis ideas, también supo eliminar de mi mente todas esas ideas equivocas respecto a mi vida, la vida que me tocó vivir. Me enseñó que valía, y mucho, que no era ni más ni menos que nadie y que ni en pedo había nacido errado. La homosexualidad no es una enfermedad, ni una patología, solo es una condición, que no se elige (algunos dicen que sí, pero no fue mi caso). Hubo mucho tiempo que, si bien a veces parece como perdido, para mí fue tiempo ganado porque logré fortalecerme muchísimo con todo lo que tuve que superar. Lo más destacable fue dejar de vivir la vida que los demás dicen que es lo que uno tiene que vivir y vivir mi vida tal cual es.
Todo esto recién lo pude asimilar o, mejor dicho, empezar a asimilar a mis 27 años y lo terminé de hacer a los 34, a mi vuelta de Costa Rica. Volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que no… También.
Pasé 20 años viviendo sin vivir, esperando a que la magia se hiciera realidad y mi condición fuera otra, que todo desapareciera porque hay gente que habla sin saber y condena sin pensar y yo estaba dedicándole mi vida entera a eso, ¡20 años! ¡Una locura!
Muchas veces esperé a que me pregunten, pero no fue así y no lo reprocho, simplemente no sucedió. También sentí que respetaron mi silencio pero no tengo forma de saberlo si no lo hablo con ustedes. Quiero que sepan que lo último que desearía es que se enteren por terceros.
Que quizás les haga falta tiempo para poder asimilar todo esto que les cuento de mi vida y que lo voy a saber respetar, pero tampoco quiero que sea visto como algo trágico ni para ustedes ni para mí, simplemente porque no lo es. Como les dije antes, uno puede ser sumamente feliz, y lo mejor, puede ver lo infelices que son quienes intentan decirnos cómo vivir la vida, cómo deberíamos esconder nuestra esencia, disfrazar nuestra realidad, sin tener en cuenta que todas esas cosas van a incidir en la vida de muchas otras (una mujer que no será amada, hijos que tendrán que convivir con esa situación y, sobre todo, el engaño como eje central en la vida de uno). Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco más, de que me conozcan tal como soy, entre otras cosas, nada más ni nada menos que el que siempre fui”.
Diego acercó su historia a Entremujeres, movilizado por la publicación de una carta de un padre a su hijo gay: "Lo supe desde que naciste y siempre te amé".

sábado, 4 de julio de 2015

Bullying homofóbico
No podemos estimar que porcentaje de casos de acoso escolar se deben al hecho de ser homosexual o parecerlo.
Pero lo cierto es que la mayoría de los homosexuales, sobre todo varones nos dicen haber sufrido en mayor o menor medida acoso en su etapa escolar.

Durante 6 años y tengo 17 he sufrido y sigo sufriendo acoso escolar y me afecta, claro que me afecta ya que no solamente me insultan en el instituto, sino también la gente de mi pueblo y yo creo que eso machaca a uno de tal forma que se llega a no tener casi autoestima. Ya hoy en día se me quitan las ganas de salir de casa y si lo hago voy siempre por las calles laterales a la principal, esquivando a la gente.
Lo que yo creo es que ante todo aparte de ser estudiantes, gays, lesbianas, ingenieros y bomberos, creo que todos somos personas y que tenemos sentimientos.

No sé dónde acabará esta sociedad tan fria y tan preocupada solamente por lo que uno tiene o deja de tener. Deseo que me deis alguna palabra de ánimo

domingo, 15 de marzo de 2015

“Ser gay no es fácil”
15 Feb 2015
Tras la controversia generada por el concepto presentado por la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana a la Corte Constitucional y en el que se señalaba que el comportamiento de las personas LGBTI se “aparta del común, lo que constituye de alguna manera una enfermedad”, se ha generado todo un debate, incluso al interior de ese centro educativo.
Ya La Sabana, en comunicados enviados hoy a los medios de comunicación y en declaraciones entregadas a varias emisoras, rectificó lo señalado en ese concepto y dijo que aclaraba y ratificaba “que la homosexualidad no es una enfermedad” y que profesaba “un profundo e incondicional respeto por toda persona, sin distinción de ninguna naturaleza”.
De la misma forma, a este diario han llegado decenas de cartas de personas a favor y en contra de lo señalado por La Sabana. Este diario se permite la reproducción de una carta enviada por un joven, según él, “excelente alumno” de la Universidad de la Sabana, “hijo, amigo, persona… Y gay”. Su identidad no es revelada a petición del estudiante.
A continuación la carta del estudiante:
“No hay forma de describir la frustración que siento en estos momentos. Pareciese como si todo el odio acumulado en el mundo me azotara de la manera más funesta. Las opiniones señalan y juzgan sin conocer. La ignorancia se apodera de las personas e incluso de las instituciones. El significado de libertad está preso y todos estamos presos con él. No quiero llegar a ponerme en el papel de víctima ni mucho menos acudir a la lastima para cambiar el modo de pensar de muchos. Sin embargo y aunque nadie me lo preguntó, ser gay no es fácil.
No hablo de serlo ahora, porque aunque existe tanto odio e ignorancia, vivimos de algún modo en una sociedad más abierta, pero hasta el momento, han sido 21 años de esconder lo que soy por miedo a que me juzguen. Estoy mamado de la hipocresía de muchos que juzgan la violación de los derechos humanos, la violencia de género o la guerra en la que nos hemos visto sumergido como país en los últimos 50 años, pero que están atacando o se niegan a aceptar que otro sea distinto.
Estoy harto de no poder estudiar en mi Universidad mostrándome como soy ante mis profesores, compañeros y comunidad en general. Estoy cansado de despertarme cada mañana y meterme en un papel en el que ni si quiera encajo. Estoy cansado que digan que estoy enfermo, que me voy a ir al infierno o que simplemente soy un error de la naturaleza. Estoy harto de que me digan que soy el mal encarnado por ser lo que soy. He sido buen hijo, tengo los mejores padres, soy tan malo como todos y tan bueno como pocos. Tengo sueños, aspiraciones. Quiero ser papá, casarme, salir a la calle con mi pareja tomado de la mano y sin que nadie nos juzgue. Quiero ser un ciudadano más.
No estoy orgulloso de ser gay, pero tampoco me avergüenzo de serlo, simplemente lo soy. Puedo considerarme un gay con suerte, porque aunque he sufrido bullying por serlo, nada ha pasado a mayores. No como a otros que hoy ya no pueden indignarse, porque simplemente no aguantaron la presión, el odio, el rechazo y ya no están.
Con este escrito exijo libertad de ser, exijo respeto, exijo que dejen de decir que estoy enfermo y que jueguen con mis derechos como si yo fuera un ciudadano de tercer nivel. Exijo que la igualdad que está en la Constitución de este ‘honorable’ país sea respetada. Exijo ser yo el que tome la decisión de ser padre. Exijo que dejen de decir que somos violadores, alcohólicos o drogadictos. Exijo que los gays se hagan respetar y que algunos dejen de ser tan banales. Exijo que los padres que hoy rechazan a sus hijos por sus preferencias sexuales no lo hagan, porque, aun así, siguen siendo los mismos hijos que concibieron y parieron.
Exijo que los maestros enseñen a respetar, eduquen a sus alumnos para aceptar la diversidad. Exijo que la Universidad de La Sabana, mi Universidad, deje de lavarse las manos con comunicados de prensa baratos y acepte sus errores como institución educativa. Exijo que todos los jóvenes seamos parte de esta revolución, que no nos hagamos los indiferentes, que las cosas se pueden hacer distintas y más cuando prevalece el respeto hacia el diferente.
Y con convicción hoy repito, como alguna vez el gran defensor de los derechos de los homosexuales, Harvey Milk dijo: "Pueden sentir que no somos malos y saben que debería haber un lugar para nosotros en este gran país... en este mundo".

Estudiante de la Universidad de La Sabana, (Excelente alumno, hijo, amigo, persona... Y soy gay)”.

La lucha de una mujer transexual para ejercer 

como abogada

Fiorella Cava, cantante transexual peruana e ícono de rock de los 
ochenta, ha iniciado los trámites oficiales para recuperar su título de
abogada, aquel que hace más de veinte años le fue expedido bajo el
nombre de Sergio y que ahora reclama para Fiorella, la mujer que  
siempre fue.
Por Tatiana Palla (*)
Fotos: Renato Pajuelo
 A mediados de los ochenta, era conocida como Sergio Cava, cantante
de pelo esponjoso y batido de JAS, uno de los grupos de rock peruanos
que más sonó por aquellas épocas.
Pocos años antes, Fiorella se había graduado en la carrera de Derecho
en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Combinaba su trabajo de
representante de disqueras internacionales con los conciertos en los
que tocaba enfundada en pantalones pitillo, camisa, y fachada de varón.
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Éxitos del grupo como “Ya no quiero más ska” o “Personalidad”
siguen colándose de vez en cuando en las radios y aún la llevan a los
escenarios. Su título universitario  en Derecho y Ciencias políticas 
es letra muerta hace dosdécadas. ¿La razón? Ella es Fiorella y el
cartón fue para Sergio, esa identidad que le fue asignada al nacer y
contra la que ha luchado toda su vida. Ella quiere su carrera de vuelta.
BATALLA LEGAL
Lejos está ya aquella época en la que vivió recluida mientras completaba
su adecuación corporal al género con el que se identifica. Ya quedaron
atrás los días en los que se escondía de la prensa, de los conocidos y
desconocidos.
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Contó su historia hace diez años, cuando presentó “Identidad, cultura y
sociedad”, un libro en el que reclamaba la falta de transexuales hablando
desde su propia experiencia.
Soportó las mofas supuestamente cómicas que a costa de ella
aparecieron en televisión.
Recuperó unos amigos, perdió otros. Relanzó su banda, la disolvió.
Creó el grupo CISNE (Centro de Identidad y Sexualidad Nueva
Existencia) como espacio de apoyo a personas transexuales y
transgénero que necesitaran un espacio dónde desahogarse
y pedir consejo. La experiencia duró tres años. Volvió a los escenarios
como solista, lanzó un disco.
Su exposición mediática, aunque cada vez menor, ha ido de la mano 
con una lucha que considera capital: la de ser reconocida, 
legalmente y por todos los flancos, como mujer.
Obtener un Documento Nacional de Identidad (DNI) en el que figurara
como tal le tomó más de quince años. Su primer pedido fue rechazado
en 1998.
Hizo otro intento diez años después, cuando su reclamo era conocido.
El juicio le duró seis calendarios, pero finalmente lo logró. Desde
mediados del 2012 puede exhibir un DNI original con su nombre
Yo nací  siendo Fiorella, pero para la ley peruana he tenido que 
pasar por un proceso de reasignación genital, probarle al Poder 
Judicial y a una serie de personajes que eran  sesgadamente 
transfóbicos cuál es mi condición. Es estúpido, pero yo he 
tenido que probar ser mujer”dice.
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Había ‘otras’ formas de lograrlo, como optar por vivir indefinidamente
con un DNI adulterado. O, como muchas de sus amigas transexuales o
transgénero, aprovechar problemas con registros de nacimientos en
alguna provincia del Perú y pedir un documento con su nuevo nombre,
pero a costa de inscribirse como analfabetas.
Volver a nacer, en fin, como si nada hubiera pasado antes. A Fiorella, que
tiene un título en Derecho, otro en Comunicaciones y un post grado en
Antropología, esa opción le es inviable. Quiere lo que le corresponde.
Por eso, hace dos semanas ha iniciado el proceso para recuperar el título
al que siente que le puede sacar más provecho: el de leyes. “En este
momento estoy pidiendo que se incorpore al sistema administrativo
de la PUCP lo postulado en la sentencia que gané y que ordena
al RENIEC (1) y al Registro Civil mi cambio de nombre. Es una solicitud
como cualquiera, porque en el diploma no sale género. Es mi nombre
actual, mi firma actual, y la nueva foto que aparece en mi DNI”,  dice.
Fiorella confía en que lo más difícil ha pasado, que esto es cuestión de
procedimiento.
“Va a demorar un mes y medio o dos meses. Con muertos y heridos, 
con fiestas y vacaciones, estará en febrero”, asegura. La última vez
que preguntó por los procesos de cambio de nombre para su título fue
en 1992. Preguntó si era posible que sus documentos se actualizaran,
que era una mujer transexual y que pronto iba a empezar su cambio.
Le dijeron que con sentencia en mano procederían. Ahora, a puertas
de terminar el 2014, recién tiene todo lo que necesita para recuperar
su carrera. Está haciendo los trámites sola. Para eso es abogada.
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Su título de derecho se suma a algunos otros estudios que llevó con
un documento de identidad no tan legal que digamos, pero que le
permitió ser tratada como Fiorella dentro de su salón de clases.
Prefiere ahorrarse los detalles, no quiere que le quiten los pocos
certificados que tiene a su nombre.
Su sustento actual está en sus conciertos semanales, una que otra
conferencia mensual sobre sexualidad, y la venta de sus discos.
Lo exacto para vivir, nada más. Pasa una vida diferente a la que tuvo
hace tres décadas, cuando a los veintitrés años se convirtió en la
gerente de un holding de disqueras que manejaba todas las
licencias de derechos de intérprete, de autor y producción a nivel
autoral con empresas nacionales y extranjeras. O de cuando tuvo
una empresa de alquiler de equipos de sonido de alta gama con
sus hermanos. El trabajo de directora creativa de un estudio de
grabación dedicado a hacer jingles comerciales en los ochentas
también es un recuerdo. “Tuve trabajo estable mientras no fui 
Fiorella. Así de sencillo”, dice.
Cuando decidió vivir de acuerdo a su identidad, las propuestas
laborales fueron disminuyendo hasta desaparecerAhora que su
título está por salir, virará en otra dirección:
 “La cuestión es esta: el tiempo se me pasa. En cinco años 
tengo que resolver el resto  de mi vida”.
NUEVOS RUMBOS
Lo primero que hará será ayudar a un par de personas que le han
pedido apoyo con su actualización de nombre e identidad, como
quien quita el óxido a sus clases de leyes.
Lo siguiente será mirar al exterior. “Mi siguiente disco empezaré a
grabarlo en el próximo mes y estará saliendo para febrero. Eso y
mi título van a ser mis pasaportes para irme al extranjero. Aquí
ya no tengo nada que hacer. No veo ninguna disposición de 
apertura para la contratación de personas transexuales a nivel
laboral”, explica secamente.
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Su meta, por ahora, es encontrar alguna beca integral que le
permita vivir y estudiar alguna especialización en Derechos
Humanos en España, Argentina, México, tal vez Ecuador.
Regresar con financiamento y reactivar el grupo CISNE
(ahora Centro Intersexual Nueva Existencia) que de aquí
 en adelante se dedicaría exclusivamente a trabajar por
el bienestar de las personas transexuales.
“Si me voy afuera es justamente para conseguir medios para
defender al colectivo transexual. La lucha no va a ser por las
que fallecieron, se fueron, sino por las que van a nacer”, dice.
Ojalá encuentre su camino.
1. RENIEC: Registro Nacional de Identidad