JAVIER BIOSCA AZCOITI
VARIAS HISTORIAS DE ACOSO Y DISCRIMINACION
No sabia u era gay no quería serlo
ACOSO ESCOLAR
«No sabía si era gay, pero no quería serlo»
Cuando la identidad y orientación sexual no
se ajusta a la norma, el colegio e instituto son etapas difíciles, crueles y
llenas de sufrimiento. La gran mayoría de estudiantes homosexuales, bisexuales
y transexuales se ven obligados a esconder su condición al resto de compañeros
La hora de Música era el momento en el que
cada alumno tenía que expresarse. Así lo requería el profesor. Aquel día le
tocó el turno a David (nombre ficticio). Cursaba 4º de la ESO. Explotó. Exclamó
entre lágrimas:
- Soy gay. No aguanto más. No
lo sabe ni mi familia.
La clase le aplaudió, pero el final no es
siempre tan emotivo. Miles de estudiantes con una orientación o identidad
sexual diferente a la norma preestablecida viven escondidos durante su paso por
el colegio e instituto. Incluso, son frecuentes el acoso y la exclusión.
El 71% de los homosexuales y bisexuales menores de 25 años confiesa
haber recibido insultos, y un 41% haber sido víctima de violencia
física (desde empujones a palizas). Además, el 43% de los jóvenes acosados
llegó a tener pensamientos suicidas.
«Te avergüenzas de ti mismo»
Marcos, de Tenerife, tiene 22 años y
estudia Ciencias Políticas. Es tajante al hablar de este tema: «O
sales a base de hostias o no sales». «Desde pequeño tenía 'pluma'», cuenta.
Recibía insultos de sus compañeros de colegio (privado y religioso), pero él ni
siquiera sabía que era homosexual. «Te machacan tanto que acabas sintiendo
vergüenza de ti mismo. No sabía si era gay, lo que sabía era que no
quería serlo».
A los 15 años, Marcos se aceptó como
homosexual, una vez salió del colegio. Aun así, no lo dijo abiertamente
hasta que terminó Bachillerato. «Yo llevaba una doble vida. Le decía a mis
amigas que iba al gimnasio y me cogía un autobús al centro para ir a sitios
con ambiente».
Su caso no es aislado. Según un estudio
realizado por el Colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de la
Comunidad de Madrid, un 81% de los alumnos homosexuales o bisexuales
entre 12 y 17 años ocultan su condición a sus
compañeros.
«Me pegaron por mi culpa»
Billy Cantos es ecuatoriano, tiene 17 años
y llegó a España hace tres. Con 11 tuvo su primer novio y se dio cuenta de que
era homosexual. Billy, que era el nuevo de clase, le confesó a una compañera su
orientación sexual. Ella se lo dijo a todo el instituto y empezaron los
problemas. «Creía que era mi amiga», reconoce. Los insultos y el abuso duraron
todo el primer año.
«Me pegaron, pero fue por mi culpa,
por querer defenderme», cuenta Billy. La humillación es tal que estos jóvenes
llegan a sentirse culpables por su homosexualidad. Según el estudio de la Federación LGTB, el 28% de los acosados desarrolla estos sentimientos.
El colegio, «la peor experiencia de mi
vida»
Steffany Rodríguez tiene 16 años, acaba de
terminar 1º de Bachillerato y es transexual. Ha empezado con el proceso
de hormonación hace poco más de un mes y su DNI todavía no refleja su identidad
real. Nació como él, pero es ella. «A los cinco años yo ya tenía claro
que me gustaban los chicos y me gustaba hacer cosas de chicas».
Steffany salió del colegio como un chico y
ha empezado el Bachillerato como tal. Durante este curso, en una clase de
tutoría, armada de valentía y delante de toda su clase, dijo que no era
la persona que creían conocer, sino que era una chica y se llamaba Steffany.
«Estoy súper a gusto con mis nuevos compañeros».
Pero no todo fue siempre tan fácil. Hasta
4º de la ESO fue una angustia continua. Le tiraban piedras, insultos, le
pegaban a la salida… «El colegio ha sido lo peor que me ha podido pasar en
la vida. Llegué a pensar cosas de las que ahora me arrepiento», reconoce
Steffany. «Recuerdo que una vez se discutió en público cómo debía llevar el
pelo. Incluso si me lo tenía que cortar. Todo el mundo opinaba», añade.
Como tantos otros, ella vivía escondida en
otra piel. No se lo dijo a sus padres hasta terminar el colegio, ahora hace un
año. «Antes aprovechaba cuando no estaban para esconderme en el baño,
maquillarme y vestirme con ropa de mi madre».
‘Sexilio’
Estos jóvenes acosados por su orientación o
identidad sexual han tenido que vivir durante su ciclo formativo fingiendo
ser lo que no eran. Muchos han cambiado de ciudad para poder vivir
tranquilos. Es lo que se conoce como ‘sexilio’.
«La universidad es otro mundo, no es la
misma gente de siempre, no te conocen», cuenta José Tomás, estudiante de
4º de Periodismo. Marcos, con 15 años, iba a Madrid a visitar a su hermana y
reconoce que aprovechaba para «‘perderme’ e ir a Chueca (barrio conocido
por su ambiente homosexual)». Se enamoró de la capital cuando vio chicos
de la mano por la calle y, desde entonces, quiso estudiar ahí la carrera. «Barcelona
y Madrid son oasis. Mi caso es ‘sexilio’ clarísimo».
«Algo natural y secundario»
No todas las experiencias en institutos y
colegios son malas. Cristina Moreno, de 22 años cree que ha tenido suerte. «Mi
caso no ha sido traumático y tampoco iba alardeando de mi orientación
sexual, es algo natural y secundario».
José Tomás tampoco fue víctima de acoso.
«Mis padres lo sabían, pero mis compañeros de colegio e instituto no. No
tenía una gran vida social y tampoco sentía la necesidad de decirlo. Es algo
privado e íntimo».
Este futuro periodista recuerda una mala
experiencia en clase de Educación Física, cuando el profesor le llamó
«palomín». Cuenta también que a pesar de no haber sido acosado, «en las
típicas riñas de críos siempre se acudía al insulto fácil de maricón o
bujarra». Según estudios un 11% de aquellos que recibieron acoso
escolar homofóbico, lo fue por parte de algún profesor.
La ignorancia
En una de esas charlas sobre sexualidad
«pobres y cutres» que recibió Marcos en el instituto, preguntaron: ‘¿Hay riesgo
en las relaciones sexuales entre hombres?”’. «Yo no sabía si levantar la mano
porque si lo hacía me iban a juzgar. Pero la levanté, dije que sí y expliqué el
porqué».
«Mi vida habría cambiado si hubiese
recibido una charla seria sobre homosexualidad porque no tenía referentes y
nunca los había visto», asegura Marcos. «En clase no te cuentan que Alejandro Magno estaba enamorado de un hombre o que Ricardo Corazón de León era homosexual», sentencia.
Por esta carencia, muchos recurren a
internet para conocer a gente como ellos. Escapan de su realidad para
hablar y saber que no están solos. «A mí me salvó internet, pero también
tiene su parte oscura. Yo tuve mucha suerte con quien quedé, encima yo era
menor».
Steffany, al llegar a su nuevo centro, ha
insistido a directores y profesores que era necesario impartir clases sobre
orientación e identidad sexual. Después de varios intentos, ha logrado que
se impartan estos cursos a los alumnos de 1º de Bachillerato. «El tema de
conversación principal fui yo».
Detrás de cada identidad y orientación
sexual diferente a la norma hay nombres y apellidos. Muchos de estos rostros
viven acosados y marginados. Otros tienen que esconderse en algo tan feo,
arcaico y cruel como es el 'armario'.
Queridos Amigos:
ResponderEliminarHe escrito un libro y estoy muy sorprendido por su buena repercusión tras su publicación en Amazon.com:
Manual para salir del armario. Un folleto para todas las familias,
de Claudi Etcheverry
Al final del texto está mi mail, y por ello no paran de llegarme comentarios. La sexualidad es un derecho, no un contrato. Esta obra no es un ensayo solo sobre sexualidad sino sobre derechos humanos; y entre ellos, uno obvio y a la vez tan relegado: el derecho a la orientación sexual cuando ésta se aparta de los cánones que marca la heterotiranía. Que nos divide en dos moldes de varones y mujeres de manera rígida. Son muchos los cauces para este cambio en la cultura. Entre otros y sin proponérselo, desde mediados del siglo XX el feminismo ha puesto en jaque ese principio sin que ese fuese un objetivo primordial de su lucha, pero al establecer una nueva paridad entre varones y mujeres –atrasada durante veinte siglos– ha puesto a la vez en entredicho que ser varón sea mejor que ser mujer, y con ello se ha abierto una inmensa vía por la cual ser heterosexual ha dejado de ser obligatorio.
El texto repasa y analiza con frescura muchas de las cuestiones y zozo-bras típicas que acompañan la decisión de algunas personas que un día sienten el impulso de empezar a ser quienes creen que deben ser. Pero también ofrece argumentos a aquellos que no están en ese proceso, si es que quieren ser más agudos para poder entenderlos mejor, y finalmente, ser acaso más sabios. Imparable, se abre paso una nueva categoría de personas indiferentes a la orientación sexual de los demás, los nuevos kind.
Con un lenguaje llano pero preciso, el libro caracteriza y se detiene en los enormes cambios que se han observado en los últimos años, mientras asistimos a ver cómo se reparten los nuevos roles que las sociedades re-servan hoy a varones y mujeres de toda condición, especialmente después de esa revolución de miras que ha supuesto el feminismo.
Hemos heredado muchos criterios y opiniones incluso sin haber pensado nunca en ellos. Estamos sumidos en valores que quizá no hemos elegido, y que frecuentemente resultan rígidos o injustos. Este libro propone pensar lo de siempre desde una perspectiva nueva por la que segura-mente no hemos pasado antes.
Si en algún momento creemos que un mundo más justo es posible, deberíamos pensar que tal vez lo último que descubra el habitante del fondo del mar sea el agua. Leerlo puede servir para enterarnos al menos de la existencia de un nuevo punto de vista.