Ida y vuelta
Tchaikovsky y la homosexualidad
23.11.2013 | 04:00
ALFREDO RAMÍREZ NARDIZ Recientemente escuché en un documental que Tchaikovsky era homosexual. El mensaje que se transmitía era que su sexualidad estaba detrás, en no poca manera, de su genialidad. Es curioso como en no pocos artículos de opinión, biografías, documentales y estudios se tiene tendencia a deslizar sutil o no tan sutilmente la idea de que tal o cual personaje era homosexual y de su condición procedía su genio. Siempre me ha llamado la atención lo recurrente que resulta pensar que sensibilidad e incluso genio tienen relación con la condición sexual y que los homosexuales tienen una naturaleza más artística y mayor tendencia a la genialidad que los heterosexuales. Como si meterte en el catre con una señora te volviera automáticamente un verraco, mientras que introducirte en el tálamo del amor con alguien de tu mismo sexo te transformara en un poeta maldito.
Lo cierto es que nunca he sabido si dicha asociación de ideas entre sensibilidad/genialidad y homosexualidad procede de aquellos que desean prestigiar al homosexual o de aquellos que buscan, desde su enfermo punto de vista, denigrar a tal o cual artista. O de los dos. O de nadie. O de toda una sociedad que, como aún no sabe muy bien como asumir del todo y con naturalidad la diferente condición sexual de algunos de sus miembros, organiza auténticos desmadres conceptuales al intentarlo.
Es evidente que hay grandísimos genios que fueron homosexuales. Dos de mis escritores favoritos, Wilde y Mishima, lo eran. Eran genios, sin duda. Pero, ¿influyeron en algo sus gustos amatorios? Si lo hicieron, creo sinceramente que no fueron tanto dichos gustos, sino la represión que de los mismos les obligó a hacer la sociedad y las consecuencias que dicha represión causó en sus almas. Adriano era homosexual. Su mítica historia de amor con Antinoo se convirtió en su día en novela de éxito. Fue posiblemente uno de los mejores emperadores que tuvo Roma, sin la menor duda un hombre de genio y, desde luego, el autor de uno de los poemas más bellos jamás escritos por alguien que sabe que se va del mundo y que desea dejar una despedida escrita (Animula, vagula, blandula). ¿Era su homosexualidad la causa de su genio? Mucho más cerca de nosotros tenemos al que, para mí, fue el mayor músico rock del último tercio del siglo XX: Freddy Mercury. Era homosexual. ¿Su música era tan extraordinaria por su condición? Seguro que ahora mismo hay no pocos homosexuales que leen estas líneas y que no se sienten especialmente más geniales por serlo.
Escuchar el Cascanueces, El lago de los cisnes o La bella durmiente y no emocionarse es no tener sangre en las venas. Pero, ¿es posible afirmar que su compositor fue capaz de escribirlas por ser homosexual? Evidentemente, no. La sexualidad que uno tenga o deje de tener en nada influye en la capacidad creativa o en el genio. Afirmar que la sensibilidad depende de las inclinaciones sexuales sería afirmar que Lope, Quevedo, Larra o Bécquer, todos ellos famosos por sus tormentosas vidas sentimentales y todos ellos heterosexuales bastante manifiestos, o bien no eran ni tan sensibles, ni tan geniales, o bien tenían algo engañadas a sus amadas. Cosa que dudo. Sin embargo sí que creo que el dolor concentra la energía y libera el genio. Y durante mucho tiempo, aun hoy, pocas personas han sufrido más por aquellos a quienes amaban y por no poder amarlos públicamente que los homosexuales. Leer la tormentosa correspondencia entre Wilde y Alfred Douglas ´Bosie´, o la autobiografía Confesiones de una máscara de Mishima es adentrarse en cómo el dolor, la frustración, la rabia, la vergüenza y la pena pueden arrasar a la mayoría y permitir que algunos, unos pocos tocados por la genialidad, concentren su pasión en la creación de arte.
Que un genio, que casualmente sea homosexual, libere y sublime su dolor existencial en su arte es perfectamente lógico. Del mismo modo que las poesías de Bécquer, fruto de sus pasiones frustradas, sean recitadas por todos los adolescentes españoles desde hace más de cien años independientemente de que su destinatario fuera una mujer, como era el caso, o hubiera sido un hombre. Porque la belleza y el arte no entienden ni de sexo, ni de sexualidad. Pues en nada influye la sexualidad en la mayor o menor predisposición al arte. Pocos bárbaros más salvajes se me ocurren en este momento que el líder de las SA Ernst Röhm y era un homosexual reconocido cuyas inclinaciones amatorias no le hacían precisamente más artístico o genial salvo en la creación de odio y violencia. Una sociedad que no considera la sexualidad de sus individuos como algo irrelevante es una sociedad inmadura. Una sociedad que se entromete en la sexualidad de sus miembros es una sociedad enferma. Una sociedad que clasifica o categoriza a sus ciudadanos por su sexualidad es una sociedad que necesita cambiar. En nada importa y a nadie le importa lo que hagamos o dejemos de hacer en nuestra intimidad. Y la mera duda sobre la completa igualdad de todos nosotros independientemente de nuestra sexualidad es sencillamente un insulto al espíritu humano. Espíritu que necesita de la libertad como del aire para respirar. El amor, el dolor, la pasión, la frustración, sea cual sea nuestra sexualidad, nuestros sentimientos siempre serán los mismos.
Las musas no entienden de sexos o sexualidades a la hora de entregarse y conceder sus favores. Sólo la libertad de mente y la belleza de espíritu las conquista. El arte es hijo de la libertad, de la valentía y del dolor. Libertad para crear lo que el alma exija. Valentía para asumir las consecuencias. Dolor para vivirlas.
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