TESTIMONIO
Beteta: ‘Fui víctima de electroshock para curar mi homosexualidad’
2013-06-02 — 12:00:00 AM — Cuando Ricardo Beteta escucha casos como el de Alejandro se le disparan muchas emociones, y más que todo, mucha rabia. Recuerda muy bien, cuando su madre llevó a su hermana y a él a un doctor. ‘Nos pidió que hiciéramos un dibujo, y después nos fuimos. Mi mamá empezó a llorar cuando el doctor le dijo que yo tenía tendencias homosexuales y que él me podía curar. Yo tenía por aquel entonces 9 años y poco sabía de todo eso. Ni siquiera sé lo que dibujé. Lo que sí sé es que yo fui víctima de electroshock para curar mi homosexualidad’.
Mientras en Estados Unidos se desclasificaba la homosexualidad como enfermedad, Beteta recibía una descarga eléctrica para inhibir sus instintos en una sala oscura frente a imágenes eróticas de hombres y mujeres, en la que supuestamente estaba para aprender a discernir lo que estaba bien de lo que estaba mal.
–¿Cómo era?
– Yo estaba completamente solo con el doctor. Me hacía desnudarme y me acostaba en un diván en calzoncillos nada más, y me ponían horquillas metálicas en los dedos. Era una habitación pequeña, a oscuras, y entonces empezaban las fotos. No eran pornográficas, pero sí eróticas. Si ponía puras fotos de hombres y él veía que yo me estimulaba, empezaba a mandar electricidad. Después ponía fotos de mujeres y hacía que yo me masturbara.
–¿Qué pensabas entonces de la terapia?
–Siendo niño, yo no sabía cómo procesar esa información. Obviamente yo le decía a mi madre que estaba todo bien, que la terapia estaba funcionando, como para tranquilizarla, pero yo sabía que no era cierto.
–¿Qué efecto tuvo en ti?
–Todo eso fue en vano, yo siempre estuve claro. Pero como hombre eso me ha afectado en mis relaciones... Quiero estar con mi pareja, disfrutar, relajarme, pero no puedo, termino sintiendo una situación de angustia. Tener sexo con otro hombre, en lugar de ser algo placentero, me genera un sentimiento de culpa; la rabia, electroshock.
–¿Odiabas a tu madre?
–No. Ella pensó que estaba haciendo lo mejor por mí, y le creo. Ella tenía mucho miedo de que alguien me fuera a matar o a discriminar; era un ambiente mucho más nocivo. Se sentía un poco culpable, pero era ‘la ciencia’, la medicina, y un doctor muy reconocido en Panamá, que ha sido premiado por sus contribuciones científicas. Cuando empecé el activismo le invité para dar su postura, pero me dijo ‘no, yo no quiero participar, porque tengo miedo de que expacientes míos vengan’. Eso significa que lo que hizo es malo, muy malo.
El psicólogo clínico Alejandro Cantón-Dutari fue uno de los pioneros en aplicar terapias de este tipo en el país. En la década de los setenta la tendencia de los pacientes homosexuales era buscar ‘cambiar’, recuerda. ‘Yo siempre creí que la orientación sexual no se puede cambiar. Empero, el comportamiento sexual humano puede controlarse. Pensé que utilizando técnicas de ‘modificación de conducta’ se podía ayudar a la persona a redirigir su comportamiento hacia un comportamiento heterosexual. Luego de estudios longitudinales llegué a la conclusión de que no resultaba’, explica.
Durante aquella época se consideraba que la homosexualidad era un trastorno mental, y a la consulta de Cantón seguían llegando pacientes con la petición de alguna terapia de cambio. Incluso la Caja del Seguro Social ofreció un programa de reconversión en el departamento de Psiquiatría de la Policlínica Especializada durante treinta años.
En 2012 en algunos estados de EEUU se prohibió la aplicación de lo que se conoce como la ‘terapia reparadora de la homosexualidad’ en menores de edad. ‘El problema con muchas terapias para comportamientos que no siempre tienen una causa bien conocida, y el debate oscila entre ciencia y creencias’, señala el doctor, que aclara que mientras haya personas que insistan en que quieren ‘cambiarla’, siempre habrá algún terapeuta que le seguirá la corriente.
Mientras en Estados Unidos se desclasificaba la homosexualidad como enfermedad, Beteta recibía una descarga eléctrica para inhibir sus instintos en una sala oscura frente a imágenes eróticas de hombres y mujeres, en la que supuestamente estaba para aprender a discernir lo que estaba bien de lo que estaba mal.
–¿Cómo era?
– Yo estaba completamente solo con el doctor. Me hacía desnudarme y me acostaba en un diván en calzoncillos nada más, y me ponían horquillas metálicas en los dedos. Era una habitación pequeña, a oscuras, y entonces empezaban las fotos. No eran pornográficas, pero sí eróticas. Si ponía puras fotos de hombres y él veía que yo me estimulaba, empezaba a mandar electricidad. Después ponía fotos de mujeres y hacía que yo me masturbara.
–¿Qué pensabas entonces de la terapia?
–Siendo niño, yo no sabía cómo procesar esa información. Obviamente yo le decía a mi madre que estaba todo bien, que la terapia estaba funcionando, como para tranquilizarla, pero yo sabía que no era cierto.
–¿Qué efecto tuvo en ti?
–Todo eso fue en vano, yo siempre estuve claro. Pero como hombre eso me ha afectado en mis relaciones... Quiero estar con mi pareja, disfrutar, relajarme, pero no puedo, termino sintiendo una situación de angustia. Tener sexo con otro hombre, en lugar de ser algo placentero, me genera un sentimiento de culpa; la rabia, electroshock.
–¿Odiabas a tu madre?
–No. Ella pensó que estaba haciendo lo mejor por mí, y le creo. Ella tenía mucho miedo de que alguien me fuera a matar o a discriminar; era un ambiente mucho más nocivo. Se sentía un poco culpable, pero era ‘la ciencia’, la medicina, y un doctor muy reconocido en Panamá, que ha sido premiado por sus contribuciones científicas. Cuando empecé el activismo le invité para dar su postura, pero me dijo ‘no, yo no quiero participar, porque tengo miedo de que expacientes míos vengan’. Eso significa que lo que hizo es malo, muy malo.
El psicólogo clínico Alejandro Cantón-Dutari fue uno de los pioneros en aplicar terapias de este tipo en el país. En la década de los setenta la tendencia de los pacientes homosexuales era buscar ‘cambiar’, recuerda. ‘Yo siempre creí que la orientación sexual no se puede cambiar. Empero, el comportamiento sexual humano puede controlarse. Pensé que utilizando técnicas de ‘modificación de conducta’ se podía ayudar a la persona a redirigir su comportamiento hacia un comportamiento heterosexual. Luego de estudios longitudinales llegué a la conclusión de que no resultaba’, explica.
Durante aquella época se consideraba que la homosexualidad era un trastorno mental, y a la consulta de Cantón seguían llegando pacientes con la petición de alguna terapia de cambio. Incluso la Caja del Seguro Social ofreció un programa de reconversión en el departamento de Psiquiatría de la Policlínica Especializada durante treinta años.
En 2012 en algunos estados de EEUU se prohibió la aplicación de lo que se conoce como la ‘terapia reparadora de la homosexualidad’ en menores de edad. ‘El problema con muchas terapias para comportamientos que no siempre tienen una causa bien conocida, y el debate oscila entre ciencia y creencias’, señala el doctor, que aclara que mientras haya personas que insistan en que quieren ‘cambiarla’, siempre habrá algún terapeuta que le seguirá la corriente.
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