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lunes, 14 de marzo de 2016




Testimonio de una mamá.

published 14 mar 2016 by Fundación Daniela in News  category with 0 comments

Hola, me he animado a contar la historia de mi peque, pues a lo mejor vale de ayuda a otras familias que están pasando por lo mismo y, si no, como una experiencia que me apetece contar… ¡Es una sensación tan extraña! Ya que es duro, pero a la vez, también es ¡tan gratificante ver a los peques felices!.. Ellos son los que nos dan la fuerza, por lo menos hablo en todo momento de mi caso, nos hacen más y más fuertes para todo lo que nos pueda venir.
Yo puedo decir que todo lo que nos ha sucedido me ha ayudado a pensar más abiertamente, a entender tantas cosas que antes ni me había planteado, pero siento que estoy creciendo, no solo como madre, sino también como persona.
Cuando nació Noe todo fueron alegrías, pues yo quería otra niña, más que nada por Nadia, una amiga con la que poder salir juntas e irse de tiendas, contarse sus historias… bueno, en fin, tonterías…, pero yo me puse muy contenta al saber que traíamos otra niña.
Noe desde siempre nos dejaba alucinados ya que, desde que yo recuerde, siempre se ha pedido cosas de niños. Como cuando nos pidió el traje de España con dos años y en mi casa el fútbol no se ve, yo alucinaba… Los primeros reyes ya decíamos iñaky y yo: “jope si parece que tenemos un niño… y ésta ¿de dónde saca estas cosas?”, coches a mansalva…, pero no le dábamos importancia, con Nadia hemos hecho lo mismo, porqué iba a ser diferente con Noe.
A medida que iba creciendo siguió con la ropa y pensábamos: “¡pero bueno pues sí que es cabezona!”, solo con chándal, porque eso sí puedo decir que las ideas las tiene más claras que yo jajaja. Ya empezaba a decir: “no soy chica”, pero no la escuchábamos, ni se lo teníamos en cuenta.
Yo la dejaba en las tiendas que ella eligiera y me sorprendía cada vez más. Lo que sí se puede decir que empecé a ofrecerle cosas más neutras pues ya me estaba empezando la cosa a mosquear, pero no había manera y yo pensaba: “ ¡qué narices!, pero si es lo que le gusta adelante”.
Iba a ser San Isidro y en el cole nos dijeron que tenían que ir disfrazados de chulapos, pues esa tarde empezamos a ponernos las pilas:
– mamá, yo quiero ir de chico chulapo.
– ¿por qué?
– porque soy un niño
– no, Noelia, tú eres una niña, nos eres un niño.
Rompió a llorar, con una angustia tal que nos miramos su padre y yo y no se nos olvidará nunca la cara de impresión con la que nos quedamos los dos.
“Yo no soy una niña, soy un niño y quiero una colita, ¿por qué no tengo colita?, ¿cuándo me va a salir mi colita?”, todo esto llorando y yo, claro, negándole la evidencia, ¿para qué quieres tú una colita si eso na vale para nada?,( claro todo esto por el poco conocimiento de las cosas, si yo hubiese tenido conocimiento desde el primer momento que mi hija me dice estas cosas yo nunca la hubiese contradicho en nada, pero claro ¡todo era tan “raro”!..
Esa misma noche ya mi cabeza empezó a buscar explicación a todo lo que mi peque me estaba diciendo y empezaron las noches sin dormir.
Como al día siguiente tenía reunión con la profe, le comenté lo que me había dicho Noelia de que es un niño. La profe me había dado cita para la reunión porque decía que mi hija era muy introvertida, que no habla nada con ella, estaba en su mundo… le pregunté que si podía llevarla de chulapo, y me dijo que no, ni hablar que le trajera el traje en una bolsa y ella se lo ponía, pensé: “no tiene ni idea de lo que le estoy diciendo, por narices también se lo pongo yo”. Pensé: “pues si Noe normalmente no habla con ella, no sé cómo va hablar con ella ahora…”
Ese mismo día a la salida me comentó: “sí, me ha dicho que es un chico… ya le he explicado yo que eso no puede ser, que los niños son malos y que las niñas molan más. Lo que tienes que hacer como madre es no comprarle spidermans, cómprale Barbies. Yya le dicho que tiene que venir de chulapa y que se quite eso de la cabeza…”
Me quedé blanca según me iba diciendo las cosas la profesora y pensé: “¿en qué hora le he contado yo a esta nada?, ¡ni yo he sido nunca tan radical con mi peque!”, Noelia me dijo a continuación: “mañana voy disfrazada de niña, vale mama?”. ¡Qué charla no le echaría la profesora!..
No obstante, la profesora me dijo que se lo iba a comentar a los profes, a ver si habían tenido un caso similar, pues le parecía muy curioso que lo tuviera tan claro lo de ser niño…
La tutora me mandó con la psicóloga del cole… “nada que los niños hoy quieren ser una cosa y mañana otra” que no le diera la menor importancia, que era normal… eso sí, que hay normas en la vida y esas había que aceptarlas, que le pusiera limites… No sé qué deciros con ese diagnóstico que me dio, pero vamos que en septiembre ya nos volveríamos a ver para ver cómo seguía.
Arancha, la tutora, me dijo, ya más tranquila, que no había de que preocuparse, que ya le había dicho la psicóloga que nada que son etapas y todos felices y todos contentos, menos yo claro, bueno la verdad que salí como diciendo: “bueno, si la psicóloga le quita importancia pues yo también”.
Pero Noe seguía en su línea, era muy complicado ponerle los martes y jueves el uniforme, no hay día que no me preguntara: ¿ y por qué me toca falda? Esto durante un año, le llegué a poner un pantalón debajo tipo malla, solo por no oírla.
Empezó el verano y claro no había normas para vestir y había que ir a comprar algo de ropa y, obviamente, sus gustos eran muy de “chico” pero yo se lo compraba y ya no le daba a elegir otras cosas, estaba un poco cansada pues me iba a dar igual.
Un familiar me dijo: “y ¿por qué no se lo dices a la pediatra?, y así tienes otro criterio más” y me pareció buena idea. La pediatra flipó, sí así como suena. ¿Qué puedo hacer? tengo a mi hija que me dice que es un niño. Le conté un poco lo que estaba pasando, lo que nos contaba, incluso que hacia pipí de pie (no siempre) pues la corregíamos más que nada porque se manchaba entera, claro.
La pediatra no me quiso dar ni cita con el psicólogo, pues quería hablar primero con él, pues lo mismo al ser tan pequeña, no me veía ni el psicólogo ¡sí flipante!, me llamaría y me diría lo que le había dicho el psicólogo.
Había pasado una semana y no me había llamado, así que tuve que volver y decirle: “hola quedaste en llamarme”… y por fin, tuvimos cita con el psicólogo. El caso es que el psicólogo, la verdad , es muy majo, con muchas ganas de aprender y muy amable. Nos conoció a todos, vamos a la familia. Y bueno, más de lo mismo, que era muy pequeña, que había que esperar y lo primero que le pusiéramos vestidos, y le contáramos la reacción que tenía Noelia… A cuadros nos quedamos. 
Menos mal que mi hermano me llamó un día de esos y me dijo: “pon el documental de la 2”.EL SEXO SENTIDO, ¡qué maravilla! Claro, alucinamos y dejamos de negarle todas las cosas que nos decían que teníamos que hacer. No me puse en contacto con la asociación al principio, me daba mal rollo, no quería, pero no sé explicar por qué…
El caso es que un día vino una amiga peluquera y yo miraba a Noe y le dije: ¿quieres cortarte el pelo?, su cara ya cambió, “si puedo…”, “Claro que sí, cariño”, “pero corto, corto”, “sí, como tú quieras”. Cuando acabó mi amiga de cortarle el pelo, se fue al espejo y nos dijo: “¡hala! pero no puedo ir a cole con este pelo y llamarme Noelia!”. Y le dijimos: “sí, claro que puedes” y Noe dijo: “¿no puedo llamarme Oscar?”. Me temblaron las rodillas. “¿Y los pendienes me los puedo quitar?”, “claro que sí, cariño”… Todos los días me saltaba con alguna, no había día de descanso.
Una anécdota que me alucinó y ya fue como blanco y en botella es esta. En una sala de espera pasa una mujer :
-hola y tú ¿qué eres un niño o una niña?
Yo: – niña
Marcos: – niño
la mujer dijo : bueno será lo que quieras verdad, cariño.
Cuando salimos del médico me dice: ¿Por qué les dices que soy una niña, mamá?.
Le pedi perdón, que se me olvidaba que lo iba a intentar.(me costó lo suyo, no fue fácil ) me di cuenta de que él ya había dado el paso, faltaba yo. Con los ojos empañados le prometií que no iba a volver a ocurrir. Bueno, ese día mi hermano me animó a que llamara a la asociación y me dieron cita con Isidro y la cosa fue aclarándose un poco más, dando normalidad a lo que nos estaba pasando.
Todo este proceso no ha sido fácil, es más, muchas noches sin dormir, despertarme y creerme que todo era un sueño y que esto no me estaba pasando a mí…
Hoy por hoy doy gracias por estos años duros, increíbles y muy gratificantes:
GEACIAS MARCOS POR SER COMO ERES Y POR PONERNOS LAS COSAS TAN SENCILLAS.
Voy a hablar de dos personas porque en realidad es como yo lo siento, dos personas totalmente diferentes.
Noelia: muy tímida, no se relacionaba con nadie, ni con sus compañeros del colegio. Íbamos al parque y se escondía detrás de mí siempre, cosa que me llamaba mucho la atención, pues yo misma pensaba ¡qué rara es esta cría!, incluso con los familiares era demasiado tímida, yo no veía normal esa timidez tan grande, pero claro, piensas que hay niños que son así, y ya está.
Desde que hicimos el tránsito Marcos ha cambiado poco a poco, es verdad, pero lo primero que le cambió, y fue inmediato, fue su corte de pelo. Le dio una fuerza que ya se la noté en la mirada.
Antes de empezar el cole le di la oportunidad de cambiarnos de cole ya que si íbamos a otro nuevo a nadie le tendríamos que explicar el cambio. Y bien claro me dijo él: “mamá, nadie me va a decir nada, son mis amigos y no pasa nada”, claro a mí se me quedó la cara a cuadros, pues sinceramente para mí hubiese sido más fácil. Y ¡cómo no le iba a escuchar!, pues nos quedamos en el mismo cole. Marcos no veía problema por ningún lado.
Yo pasé ratos muy malos, me sentí muy sola, veía como la gente le miraba pero nadie se atrevía a decirme nada. Yo, sinceramente estaba agotada psicológicamente, no tenía ganas de nada, pero me hubiera encantado que alguien se hubiese preocupado de preguntarme o acercarse a mí, y charlar.
Ya cansada de que varios peques al salir del cole se acercaran a Marcos a preguntarle qué era y contemplar la pobre cara de Marcos, hablé con el cole, pero el colegio no estaba por la labor de enseñar ni ayudarnos en nada, ya con llamarle Marcos y dejarle el uniforme masculino ya sentía que había cumplido. Así que decidí ser yo quien pusiera la solución. Como tenía el whats app de los padres decidí escribir lo siguiente:
Hola, soy Mabel mamá de Marcos.
Ayer un peque en el patio me preguntó si Marcos era un chico o una chica. Ya que varios peques nos han hecho esa misma pregunta voy a compartir la historia de Marcos con vosotros para que las dudas que tengan los peques las podáis resolver.
Cuando Marcos nació su género asignado fue el de niña, y durante el primer año y medio asi fue tratada. Pero pronto, Marcos nos hizo saber sus preferencias en cuanto a ropa, juguetes, etc… No eran los esperados para una niña.
Nunca le dimos importancia a que su comportamiento de género no fuera el habitual. Empezó a aborrecer lazos, horquillas, vestidos, etc…
Pensamos que era una etapa, que ya se le pasaría, pero para nada, cada vez se hacía más fuerte.
Empezó a explicarnos lo que le pasaba, sentía en su corazón y en su cabeza que era un chico no entendía por qué su cuerpo no le correspondía.
Después de pasar por muchos especialistas nos explicaron que es un niño transexual. Su sexo asignado al nacer no corresponde con el psicológico y nos aconsejaron que lo mejor para él es que viva socialmente como se siente, como un niño.
Así que su padre y yo, como cualquier padre y madre, queremos que nuestro hijo sea feliz.
Marcos es un niño normal, como los demás, con sus virtudes, inquietudes y deseos y también con sus defectos.
Pedimos vuestra colaboración desde casa, pues tarde o temprano os preguntarán.Aaunque no es lo habitual, no por ello debemos negar que existe y debemos aceptar.
Es un niño muy valiente, todos los días se tiene que justificar por lo que es, es fuerte, pero también se desgasta.
Gracias por la aceptación de estos compañeros que no han tenido ningún repara en aceptarlo como es.
Cualquier duda por vuestra parte o la de los peques no dudéis en preguntarnos con total confianza.
GRACIAS YA QUE MARCOS ES UN NIÑO MUY FELIZ POR LA GENTE QUE LE RODEA.
Con esta carta tan simple pero tan llena de información la actitud de los padres cambió. Ya empezaron a invitarle a cumpleaños, Marcos empezó encontrarse más a gusto con sus compañeros, casualidad, ¡no lo sé!, pero desde luego, la cosa cambió.
Y todo a mejor, empezando por Marcos y terminando por esos padres a quienes al principio les parecía todo un poco extraño, pero una vez que se hablan las cosas, todo cambia. ¡Hasta yo me quede más relajada!
Bueno pues Marcos es un niño feliz y nosotros con verle más, pienso que gracias al documental “El sexo sentido” nuestra vida cambió a mejor; no quiero pensar qué calvario seguiríamos viviendo…

viernes, 11 de marzo de 2016

Hombres Trans reivindican derechos sanitarios que les conciernen incluida la fertilidad 

DR. ALEX Abramovich
Tener un niño no debe ser una situación ardua y humillante para los hombres transexuales, escribe uno que pasó por el proceso.

Durante el tiempo que puedo recordar, he querido tener hijos. La mayor parte de mi vida, pensé que iba a tener a mi hijo, pero esos sentimientos cambiaron poco después de que hice la transición como  hombre trans y comencé a tomar testosterona. La gestación de un hijo genéticamente era importante para mí, pero yo no era capaz de verme a mí mismo embarazo. Después de ver todas las opciones, con mi esposa, Caroline, decidí hacer para la gestación de otro ser humano en conjunto sería fertilizar mis óvulos con esperma de un donante y luego implantar el embrión en Caroline para que ella gestara el bebé .

Por desgracia, la preservación de la fertilidad, o lo que se conoce más comúnmente como "la congelación de óvulos," no se me ofrecio como una opción y un derecho antes de iniciar el tratamiento con testosterona. Esto significa que tendría que suspender mis hormonas masculinizantes para que mis ovarios fueran capaces de volver a ovular. Y eso fue sólo el comienzo de un viaje largo. Una vez que comience la ovulación, me gustaría someterme a un proceso de fecundación in vitro, así como una serie de ultrasonidos antes del procedimiento de extracción de los óvulos.

Honestamente, la idea de esto me aterrorizó, dado lo bien que había respondido a mi tratamiento hormonal – me había cambiado la voz, me permitió crecer el vello facial, y me ayudó a que la gente finalmente me percibieran con los caracteres masculinos asociados al hombre. Empezar mi tratamiento con testosterona era una de las mejores decisiones que había tomado en mi vida. Yo estaba en un punto en mi vida donde me sentí cómodo en mi propia piel. No tomar la testosterona hacia que me preocupara por sufrir ansiedad y malestar por la falta de coincidencia entre mi sexo físico y la identidad de género interna. Por todas estas razones, era muy importante para nosotros encontrar una clínica de fertilidad que fuera trans-positiva y competente con las personas trans.

Después de hacer nuestra investigación, hemos seleccionado una clínica de reproducción asistida en un centro hospitalario ubicado en Toronto y conocido por sus políticas trans-inclusivas, lo que alivió el estrés y nos hizo sentir seguros. Poco sabíamos que esta experiencia podría convertirse rápidamente en una pesadilla, debido al personal incompetente e ignorante trans y los médicos en la clínica.

A medida que suspendí la testosterona, me preparé para lo peor, no tenía ni idea de lo difícil que sería todo. Había ciertos puntos que eran más difíciles de vivir. Transcurridas tres semanas, yo era un desastre emocionalmente. Me sentí intensamente nostálgico de mí, porque mis sentimientos se habían vuelto tan ajenos a mí. Empecé mi experiencia en un diario. Aquí es un breve extracto de tres semanas de suspensión de la testosterona:

Nadie me advirtió acerca de estos sentimientos. Nadie habla de esto. No hay una manual de advertencia para este tipo de desajuste emocional. Me siento vacio. Aislado. Cansado. Enojado. Insuficiente. La testosterona me trajo facilidad.  Mi pecho es pesado. No creo que alguna vez se sintiera tan pesado. Me siento debil. Empujando y tirando de mí mismo. El sueño no es fácil y mis sueños me estresan. No había sentido nunca estos sentimientos. 

Me moría de ganas de hablar con otro hombre trans que habían pasado por lo que estaba experimentando - tanto de los procedimientos médicos y las emociones – pero no encontraba a nadie. Finalmente encontré un par de chicos que habían pasado por diferentes procesos de fertilidad que accedieron a hablar conmigo, y siempre estaré agradecido a ellos. No quiero que cualquier otro hombre trans se sientan tan solo como yo, que es por eso que estoy contando mi historia ahora.

Llegué a la clínica de fertilidad para mi primera ecografía tres meses después de que me suspendí la testosterona. Me dijeron que  póngase una bata de hospital y siéntese en la sala de espera, en la que había un grupo de mujeres. Todas parecían genuinamente excitadas. Yo realmente quería ser capaz de compartir su entusiasmo; después de todo, todos estábamos allí por la misma razón – para formar una familia. Pero en cambio, me hizo sentir que yo no pertenecía. 

Cuando la enfermera de guardia salió de la sala de ultrasonido para llamar al siguiente paciente, ella me miró y se detuvo. Nunca olvidaré la mirada de asombro en su rostro. Mientras se alejaba, ella giró la cabeza para mirar hacia atrás en mí, no una, ni dos, sino tres veces, casi como para asegurarse de que lo que estaba viendo era en realidad real. Esto, por supuesto, llamó la atención de los otros pacientes, que ahora comenzaron a mirarme también. Traté de distraerme mediante el bloqueo de los ojos en el irónico cartel de "inclusividad trans" en la pared frente a mí, y me di cuenta, con el corazón encogido que la atención trans-inclusiva que esperaba, no se iba a materializar en absoluto.

Esa semana presenté mi primera de las tres quejas en contra de la clínica. Describí la degradación de ser un espectáculo mientras esperaba en la sala de espera con un grupo de mujeres, y la forma en que la enfermera de guardia me había tratado. Incluso me explicó lo fácil que sería para resolver estas cuestiones, como orientarme a la sala de ultrasonido para que yo pudiera cambiar y esperar a que el equipo médico. La enfermera practicante en el otro extremo de la línea telefónica de inmediato prometió que la segunda ecografía sería mucho mejor. 

Cuando llegué a la clínica un mes después de mi segundo ultrasonido, estaba consternado al encontrar que no había tal plan en marcha. En lugar de ello, los médicos y las enfermeras discutieron los detalles de mi atención de la salud frente a un grupo de pacientes de sexo femenino. La enfermera de guardia se refirió a mí como "ella" y nunca se disculpó cuando mi pareja la corrigió: "Él, que quiere decir que él." Fue humillante. Me sentía tan picado.

Una semana más tarde, empecé a mí mismo con la inyección de $ 10,000 en la FIV medicamento hormonal. Por supuesto, la prueba sería difícil para cualquier persona. Sin embargo, tener los años pasados ​​sin mi cuerpo expuesto a las hormonas "femeninas", que tenía un tiempo particularmente agotadora ajustarse a los efectos secundarios. No hubo cambios emocionales radicales, pasando de no ser capaz de llorar por cerca de tres años, debido a la testosterona, a llorar de repente a la ola emocional leve, y los cambios físicos intensos, como perder un poco de mi pelo facial muy querido. Aunque mi apariencia general no ha cambiado de manera espectacular, me sentía igual que lo hizo, lo que afectó seriamente mi confianza.

Pero como insoportable que todo esto era, lo que sigue siendo la cosa más difícil de tratar fue el tratamiento de la clínica de fertilidad. Caroline y me sentí sorprendida cada vez que teníamos una cita. Durante la primera, el médico ni siquiera podía soportar verme, así que se quedó mirando la pared. Gran parte de ella era tácito como que - una sensación transmitida a través del tono y el lenguaje corporal que había algo malo en mí. Cada vez que entré en una habitación, el estado de ánimo cambió por completo. El malestar del personal conmigo era tan evidente que hace que cada conversación y la interacción fuera dolorosamente incómoda. Era como si no tuvieran ni idea de cómo tratarme como un ser humano.

Durante la cita de ultrasonido final, la enfermera asignada para mí era la misma que ya se había referido a mí como "ella" y supuestamente se había hablado con la dirección. Cuando entré en la sala de examen, una vez más se refirió a mí como "ella". Por suerte, el director médico estaba allí para corregir de inmediato. Al final de la ecografía le pregunté si podía hablar con el director médico en privado, porque quería asegurarse de que la enfermera no estaría presente durante mi procedimiento de extracción de los óvulos.
"Esta es la tercera vez que he oído a esta enfermera referirse a mí como" ella "y es muy doloroso e inaceptable", le trasladé al director médico.

"Sí, es lamentable, especialmente teniendo en cuenta que ya ha recibido la formación. En realidad, todos nuestros empleados han recibido capacitación ", respondió el director médico. "Simplemente parece que no se enteran algunas personas."

Yo estaba tan molesto que no puedo recordar lo que dije después de eso. No podía entender cómo una enfermera en uno de los principales hospitales de Canadá, fácilmente podría dejar mal a todos los profesionales por un mal trato verbal - ". Simplemente no se asume" Mi recuperación de óvulos estaba en dos días. Me había quedado sin tiempo y energía para seguir adelante con un mejor tratamiento. Y dada la defensiva del director médico, me sentí  consciente de no querer molestar- lo cual dice mucho sobre el desequilibrio de poder que está inherentemente presente entre los pacientes y los médicos.    

El tan esperado día de mi extracción de los óvulos por fin llegó. Me entregó una pila de formularios para firmar. Cuando mis ojos llegaron a la parte inferior de la página, yo sólo era capaz de ver dos palabras: ". La paciente" Miré a mi enfermera. "¿Por qué dice “la” paciente?" "Se han actualizado las formas, pero estas son nuestros viejos furmularios", respondió ella. Tenía un largo día por delante de mí, así que sólo puse la cabeza hacia abajo y firmé.

Caroline y yo nos dirigimos a la sala de examen. El procedimiento de extracción de los óvulos real fue la experiencia más dolorosa de toda mi vida, tanto física como emocionalmente. Mi mujer estaba tan perturbada por el dolor insoportable que lloró y gritó al médico para hacer cualquier cosa que me ayudara a paliar el dolor.

Por último, todo había terminado.

No es más es el dolor psicológico de mis recuerdos de haber sido tratado como una “enfermedad” que se podría tomar, y mi temor de que esto ocurra cada vez que veo a un nuevo médico. Después de meses de falsas esperanzas y promesas vacías que la clínica lo haría mejor, está claro para mí, que el personal no entendía que la atención centrada en el paciente parece,  que obviaba a pacientes trans. Sólo estaban preparados para hacer frente a un tipo de paciente, y si se les recriminaba ello, reaccioaban como una carga. Con los años, he tratado con equipos médicos ignorantes, sin embargo, cada vez que sucede, es absolutamente sorprendente.

-Los espacio positivo no los hacen los carteles, si las actitudes y la empatía no se alinean. Estoy agradecido de que yo estaba en una posición en la que yo era capaz de abogar por mí mismo y presentar numerosas quejas. También he proporcionado al personal de la clínica de recursos prácticos y recomendaciones para mejorar su cuidado, para que puedan convertirse más en línea con su política trans-inclusiva'. Es mi única esperanza de que el personal haya aprendido de esta experiencia para que ninguna otra pareja tenga que pasar por lo que pasamos.

Al final, a pesar de esta experiencia fue sin duda traumatizante, no nos arrepentimos. Caroline está embarazada, y esperamos con interés empezar un nuevo momento y construir nuestra familia.

DR. ALEX Abramovich es un investigador en el Centro para la Adicción y Salud Mental de Toronto. Alex ha abordado el tema de la LGBTQ2S jóvenes sin hogar durante los últimos 10 años. Se interesa por la cultura juvenil, la falta de vivienda y el cuidado de la salud, participación de la comunidad, y los métodos basados ​​en película. Para obtener más información, visite  ilona6.com .  

martes, 8 de marzo de 2016

Un Registro Civil de Baleares autoriza el cambio de nombre a una niña transexual de siete años

Ensa es un nombre que suena a sonrisa, la que una niña esboza cada vez que lo oye y la que no puede reprimir cuando lee su nombre en el DNI.

Ensa pronto cumplirá ocho años, tan pequeña y tan valiente. Es una niña transexual, al nacer le adjudicaron un sexo con el que nunca se vio identificada, esa adjudicación vino acompañada de un nombre que no le representó, de un género que al nombrarla le molestaba y de unas expectativas del entorno que no pudo cumplir.
Hoy por fin tiene en su mano un DNI que cambia su historia. Un Registro Civil ha autorizado el cambio de nombre por uso habitual, la niña transexual más pequeña que lo consigue en Baleares. Para ello tuvo que luchar con las expectativas creadas en su familia, en su entorno, vencer los prejuicios, explicar su realidad, conseguir que le trataran en femenino y con ese nombre las amigas y los amigos, en el colegio y en cualquier actividad, para que la responsable del Registro Civil autorizara el derecho a tener un nombre que le representa, con el que se siente cómoda y responde a su identidad. Y aún no ha cumplido ocho años.
El derecho a la identidad parece ser algo incuestionable que se les niega las personas transexuales de partida. Esta es una de las reivindicaciones que Chrysallis, Asociación de Familias de Menores Transexuales, ha trasladado a los representantes políticos, a la Dirección General de Registros, a la Defensora del Pueblo y hasta el Tribunal Supremo. En los últimos dos años aproximadamente treinta y cinco menores han accedido a ese cambio de nombre por uso habitual en el Estado Español, pero también en ocasiones los autos son desfavorables o son recurridos por la fiscalía. En el peor de los casos las niñas y los niños no consiguen hacerse ver por sus familias, sufriendo en silencio sin saber qué hacer.
La familia de Ensa encontró a la asociación Chrysallis hace un año, desde entonces su vida ha cambiado a mejor. Han tenido que sortear barreras y educar a su entorno, soportar que se les cuestionara desde el ámbito educativo, que en el entorno sanitario no supieran darles respuestas, noches sin dormir y muchas horas de explicaciones que se compensan con esa sonrisa que lleva aparejada el nombre de Ensa.

La historia de Valentina

La historia de Valentina empieza desde muy temprana edad. No recuerdo exactamente cuándo y en qué momento me dio la primera señal de que algo no encajaba en su vida.
Mi primer hijo llegó a nuestras vidas tras tres abortos y un largo tratamiento de inseminaciones… todo bien, pero teníamos claro que lucharíamos por un segundo hijo. Nos dimos un periodo de tiempo de un año para intentarlo, ya que nuestras edades no nos dejaban mucha tregua. A los dos meses nos reíamos los dos al ver como la prueba de embarazo daba positivo y a los cinco meses, cuando nos confirmaban que era otro niño,  estábamos felices de tenerlos sanos. Posteriormente nos indicaba una posible causa a los abortos anteriores, de todas las pruebas que nos hicieron en el Materno, solo una, que nos la comunicaron cuando nuestro segundo hijo tenía ya tres meses de vida, mi cuerpo rechazaba los fetos de sexo femenino. Nos alivió al tener dos hijos varones en ese momento.
Crecían muy unidos los dos porque tan solo se llevan 11 meses de edad y se complementaban muy bien; desde muy temprana edad, nuestra, ahora, Valentina,  se decantaba por juguetes, ropas, aires… considerados femeninos. Jesús, el mayor era un príncipe azul y su “hermano” era una princesa, un ada, una ninfa encantada en todos sus juegos
Al empezar el colegio con tres años, Gabriel quería llevar su mochila rosa de princesa, no comprendía porque su hermano la podía elegir y él no podía llevarla a su gusto, es más, consintió llevar una bolsa de plástico antes de llevar una considerada de chico. En ese momento se nos planteó en nuestros corazones una gran preocupación, no podíamos evitar las miradas, los corrillos de los que veían a un niño con cosas típicamente de niña. Por suerte, dimos con una gran profesional como profesora, que supo encauzar muy bien a la clase, y todos respetaban los gustos de Gabriel. Al final de curso, toda la clase debía dibujar un autorretrato,  para elaborar una camiseta que su profesora les iba a regalar con la imagen de cada uno de sus 20 compañeros y compañeras, como era de esperar, Gabriel se pintó como niña.
A la vez que Valentina iba creciendo, nos convencíamos más de que algo no cuadraba; recuerdo que una vez, me preguntó “Mama ¿a qué edad se te cayó la churrina?” Pensaba que a también se le tenía que caer porque no era suya… y nos preguntaba a que edad se pondría sujetador o cuando sería una chica…
Es muy triste que fuésemos al pediatra a pedir ayuda y tan solo nos dijera que ya se le pasaría, que estaba muy enmadrado o que lo dejásemos pasar, como algo pasajero.
Valentina tenía bien claro las diferencias establecidas para ser un niño y una niña, y esperaba con todo su corazón “convertirse” en una chica, a la vez que crecía la realidad le demostraba que no iba a ser así, y, aunque en casa jugaba como una niña con su hermano y sus amigos y era respetada, pasó de ser un chico feliz a ser una personita muy introvertida, triste y enfada.
El pediatra seguía diciendo que eso no podía ser, que Valentina era un niño. Lo mandó a un psicólogo infantil para levantarle la autoestima: no quería entrar en los baños de los chicos en el colegio, no soportaba pantalones un poco ajustados porque le daba mucho rechazo sentir sus partes, se llegaba a darse golpes en la entrepierna, no soportaba la idea de verse pelos en la cara, no veía justo tener que hacer su Primera Comunión con traje de niño. Empezó a bajar el rendimiento escolar… lógicamente tenía la autoestima por los suelos.
Nuestras palabras siempre fueron de calma y de comprensión, no nos quedaba otra.
Un día, por casualidad, me encontré a la catequista de mis hijos y gran amiga, me preguntó que me pasaba porque me veía muy triste y llore lágrimas vivas porque me sentía muy impotente al no saber resolver el día a día de mi hijo. Me habló de una chica que me podía ayudar, que era una gran amiga suya y me iba a comprender. Bendito el día que yo hable con esta amiga. Recuerdo que me contaba el caso de su hijo y fue como ver una claridad a tanta tormenta. ¡Cuánto tengo que agradecer a esta gran mujer, que hoy es la presidenta de Chrysallis CanariasEvanos informó de todo los pasos a seguir y de que, sobre todo, nuestra hija no estaba confundida ni perdida.
Hoy, tan solo hace seis meses desde su tránsito, ya va por su segundo bloqueador, es una niña muy valiente y sobre todo feliz. Al elegir su nombre, nosotros para su mejor aceptación social, le aconsejamos llamarse Gabriela, pero no, ella sentía que seguirían llamándole Gabi y ella no es Gabi.
Valentina, por fin, con 12 años, vive totalmente como la niña que es, con sus amigos y amigas de siempre, abriendo caminos en su centro de salud, en su instituto en su entorno, con su cartilla de la seguridad ya cambiada y recopilando documentación para intentar cambiar su D.N.I. tan importante para ella.